"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

martes, marzo 08, 2005

Baño inasible

Siempre me invaden unos deseos de orinar incontenibles cuando justo no queda más que resistirse a los impulsos que subconscientemente dominan mis esfínteres.

Era una de estas mismas veces, cuando me encontraba en el Oligomall de la capital a la que se accede sin pasaporte y donde convergen todos los seres que andan de paso, que buscan donde quedarse o que simplemente van a capear el calor gracias al aire acondicionado, elemento clave para subir las ventas en verano.

Yo no podía ver las vitrinas, ni la gente, nada... Sólo me importaba mi propósito de llegar al baño.

Por fin logro llegar, pero el acceso es un ascensor metálico de puerta giratoria. Gira cada un segundo y da dos vueltas. En una vuelta la puerta tiene el botón subir, el botón bajar, el botón abrir, el botón cerrar y el botón emergencia.

Medio segundo no es tiempo suficiente para descifrar los significados de cada uno, así que espero a que la puerta gire de nuevo y de nuevo para ir aprendiéndomelos y presionar el que me llevará al lugar que necesito. Sin embargo, al giro siguiente, la puerta cambia de apariencia y esta vez sus botones tienen íconos para representar damas o varones. ¡Esta sí es la puerta del baño!

Ya aprendí el ritmo de los giros, los turnos y ya estoy inteligiendo cual botón me llevará a donde quiero llegar. Lamentablemente, mi agilidad de movimientos se ve mermada por mis intensos deseos de orinar, si me muevo muy rápido ya será demasiado tarde... Trato de coordinar y casi como bailando un rap logro pulsar el botón "Damas" y entro al baño, pero al de hombres...

El hedor mezclado con el humo de cigarro y la larga espera por encontrar un lugar desocupado para mí, inquietan mi ánimo. Además la falsa caballerosidad de los presentes quienes insisten que esperen mientras tengo que respirar su mierda hacen que deba hacer extremo uso de la paciencia y del autocontrol. Miro por la ventana, ahí está el hospital. Enciendo un cigarro, y quemo la alfombra de mi abuela. Miro hacia el baño y durante la espera, éste ha viajado y no importa que el pasaporte no sea necesario porque ya no hay vuelta atrás, ni regreso.