"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

viernes, enero 19, 2007

Oligoempresario


El argentino era empresario y guapo. El año pasado fabricaba -en su casa en Buenos Aires y junto con su hermano como socio- papel higiénico de manera artesanal. Ese era el business familiar que tomaba alrededor de once horas diarias para terminar 10 perfectos rollos envueltos en papel roneo.

El proceso comenzaba en una trituradora instalada el jardín de atrás, de la cual obtenía la pulpa de papel que luego secaba al sol sobre huinchas serpenteantes trazadas sobre el patio alrededor de unos naranjos, en forma de una franja larga y angosta que terminaba en unas bobinas que serían las encargadas de enrollar alrededor de reciclados tubos de cartón el papel ya seco pero no terminado, ya que luego el papel era gofrado con unos moldecitos y prepicado cada 10 centímetros, para ofrecer trozos cundidores a sus usuarios.

Así estuvo durante ocho largos meses tratando de sobrevivir a la crisis del corralito. Sin embargo, pese a su orgullo de empresario, su visión lo llevó a abandonar el negocio por un momento, buscando nuevos horizontes y cruzando así la cordillera de los Andes hasta llegar a cohabitar un departamento en el parque Bustamante de Santiago, en el cual las bobinas no cabían.

Hoy es manager del team de modelos de una bebida energética, y todos sus ingresos los destina al ahorro para comprar además la máquina blanqueadora de papel, para probar fabricar algo más “Elite”, incluso de triple hoja. Y ya tiene listos los listones con los que convierte la convexidad de los rollos en cantos planos para poder almacenarlos eficientemente en su nuevo departamento.