Amor Cultural
18 de abril.
No podía aguantar más el insomnio y la indiferencia del hombre que tenía al lado. La pena y las ganas de ver a quien no he podido olvidar, me hicieron salir de la cama y vestirme con la ropa que hace 4 horas me había sacado para inútilmente irme a dormir.
Tomé las llaves del auto y partí. Él no despertó.
A medida que me alejaba de mi casa, me invadía la ansiedad por llegar a la de él, quien no sabía que yo iba en camino. Me estacioné en Lira, en la calle detrás del río, justo en la curva donde están el restaurante chino y el taller mecánico. Ahí los autos se agolpaban sin orden alguno y de manera tan estrecha, que debía hacer esfuerzos de flaqueza para pasar entre medio de ellos y avanzar hasta la vereda.
Una niña con síndrome de Down me pidió una moneda, lamentablemente yo notenía ninguna. Había salido con las manos vacías, sin celular, sin billetera, sin documentación ni nexo. La niña no perdió su alegría frente a mi negativa. Sonreía como cómplice de mi escapada y me observaba correr hasta perderme.
Por fin llegué. Encontré la puerta de su edificio entreabierta así que corrí escalera arriba hasta llegar a su departamento. Miré hacia arriba y ahí estaba, acostado en el altillo e inmerso en una paz -tan propia y profunda- que nadie de los ahí presentes podía alterar.
El ambiente estaba sobre poblado, colmado de estridencias, movimiento, música, conversaciones, humo de cigarrillo, palabras incoherentes… Pero él estaba ahí, acostado con dos mujeres cerca que lo acompañaban.
Subí a verlo. Ellas detuvieron su conversación y sonrieron al verme. Se pusieron de pie y me dijeron que pasara al fondo, donde él estaba dando la espalda a la gente y mirando al vacío, como si nada ocurriera a su alrededor. Ellas reanudaron su plática -esta vez más despacio- y yo me acerqué a su cama. La mitad estaba desocupada y con una dulce sonrisa me invitó a su lado, donde me recosté, lo abracé y lo besé dulcemente, como hacía meses no lo hacía.
Reconocí su aliento, volví a sentir su sabor. Nos abrazamos y nos quedamos así pegados en un besarse que daba paso al abrazo y éste último, al siguiente beso sin interrupción, fundiéndose finalmente en un solo gesto de comunicación y pasión.
No hablamos. Nos abrabesamos largo rato y si bien podía escuchar lo que él pensaba, sólo podía imaginar lo que sentía. Ese escuchar y ese imaginar, bastaron para colmarme de la misma paz que él proyectaba. Luego de unos minutos, hizo asomo una histérica mujer, con una copa de martini vacía en la mano, diciendo que como era posible que ese "infeliz" estuviera besando a otra que además era más vieja que su hija y recién aparecida.
La hija se refugió en la dureza de su madre y lo increpó a él, diciendo que cómo era posible, que lo de ellos algo fue y no merecía ser despreciada. El me pidió que lo disculpara un instante, se levantó y se encerró en una habitación a hablar con la madre. A la joven hija en realidad no le importaba tanto lo que ocurría. Bastó que se cruzara alguien más en su camino en ese momento y olvidó la "pérdida".
Yo no quise esperar. Preferí partir y así me fui, recorriendo un laberinto hasta la calle colmada de vehículos apretujados, dándole un caramelo a la niña y volviendo a mi casa -esta vez vacía. Y yo, repleta de las deliciosas sensaciones que -una vez más- me quitarán el sueño hasta tener que repetir la escapada.
2 Comments:
shutas guapa. is that real? que fuerte. pero bueno. siempre es mejor salir. y nunca nunca perder la calma. besos
10:45 a. m.
Eso fue escrito en abril y su publicación había sido frenada por la autocensura. Como ha pasado el tiempo, ya han pasado amores y olvidos y no tengo a nadie que me sea indiferente cerca...
Ahora reinan la calma y las risas.
Besos iShara-Pod!
12:55 p. m.
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