Oligoputa III
Después del coffe break que sobrevino a la ponencia de la profesora, vinieron los comentarios, el intercambio de experiencias entre las alumnas y la inscripción para tomar la charla siguiente.
Me acerqué al cuaderno con el listado temático y comencé a leer las alternativas. Sin duda eran bastantes, pero aún sencillas: Como cruzar la pierna al subirse al auto, como acomodarse en un taxi, como ponerse y sacarse el casco de una moto, como conducirse en el propio carro...
Escogí la alternativa del taxi, que sin duda hoy por hoy es la más necesaria. Más adelante pensaré en tener auto propio, pero por el momento para acudir donde mi clientela lo haré por este medio.
Entré a la charla y lo que aprendí fue bastante obvio. Por ejemplo, es muy distinto si se llama a un radio taxi o si se para un taxi en la esquina, lo importante es que hay que mantener el nivel y la compostura SIEMPRE.
Quise aplicar lo aprendido enseguida. Por eso, en cuanto tuve una llamada partí con la uña destacada muy pulida y me dirigí con mis tacones hasta la próxima esquina con mi cabello muy largo, así como quería tenerlo hace tiempo, brillando con las luces de la Alameda que recortaban mi silueta en el marco del barrio cívico.
Mi falda estaba tan ajustada que no me permitía dar los elongados pasos de gacela al correr que se suponde debo aprender a dar, pero que dados casos como éste, se cambian por una elegante contoneada. Desaceleré el paso y comencé a desplazarme con un pie delante del otro, sobreponiendo una rodilla en el lugar de la otra y dirigiendo la punta de mis zapatos en posición "12" alternadamente con el mentón erguido.
LLegué al paradero y recordé que en realidad ese es el "lugar común", donde una nunca debe estar. Me restaría carácter de diva detener un taxi ahí. Por lo tanto, miré la esquina del frente, donde sí debo esperar, pero lamentablemente también está vetada para mí: ahí se ubica la competencia.
Una competencia bien lamentable, porque nadie les ha enseñado nada y corren con los mismos tacones que yo, con sus faldas tan cortas y ajustadas como la mía pero sus piernas no se coordinan, escapan de carabineros y se les van cayendo las monedas.
Corrían ocultándose de un foco que las perseguía y que a veces las alcanzaba. En esos momentos en que se iluminaban pude ver la cara de Dudú, llena de espanto y de vello facial. "que descuidada que está" -pensé.
Siguieron así, corriendo hasta perderse y alumbradas por un foco en este escenario urbano de glamour deprimente.
En eso apareció un taxi y junto con un corto azote de cadera a la vez que extendía mi brazo derecho con la uña brillosa, lo hago detenerse. Subí un tacón de plataforma al auto y enseguida el otro, cruzando las piernas mientras me acomodaba. Miré al taxista por el espejo retrovisor, y noté que observaba mis pantorrillas tal como lo hacía Arjona mientras a una despechada le rodaba una lágrima negra mejilla abajo.
"Al Galaxy Center por favor"- le dije.
"Eso le va a salir como luquita desde acá mijita" -me dijo.
"El pago es mi problema y el suyo es llevarme a donde le pido" - respondí.
Estábamos llegando a destino, cuando en eso comienza a sonar mi celular. Dentro de mi carterita de piel tenía tantas cosas que tuve que vaciarla para alcanzar a contestar.
- Aloóoo???
- Aló dulce???
- Sí, habla ella. ¿Quién es?
- No me conoce, pero la iba a estar esperando en mi condominio acá en El Forestal.
- Mmmm.... Ah... ¿En el Galaxy?
- Si claro... Pero no estoy ahí. Salí de compras y estoy con unos amigos. ¿Puedes venir para acá?
- Sí, por supuesto. Deme la dirección.
No tenía idea donde puta era eso. Pero el taxista sabía llegar y me hizo saber a mi lo caro que sería esta nueva carrera sumada a la luca de la anterior.
-Uuuuhhh.... Le va a salir como 6 luquitas, pero ¿sabe que? Yo tenía que ir igual para allá así que si me acompaña a hacer mi trámite que es rapidito y por ahí mismito, nos vamos a medias y le dejo todo en tres.
Asentí. No me quedaba otra. La plata es un bien escaso y si andaba de práctica, no me iba a poner exquisita tampoco...
El hombre aceleró, tomó Vicuña Mackenna y condujo por ahí un buen rato.
"No se me duerma mijita"-dijo
. Salté y desperté. La diva se me había dio a las pailas, iba con la cara pegada al vidrio, el rouge corrido, mezclado con baba y pegado tanto en el vidrio como en mi frente.
Me incorporé rápidamente, y noté que estábamos deteniéndonos y el chofer abría su ventana.
Ufff... Se me venía heavy el cliente si es que habíamos llegado. No me gustaba para nada la ondita... Yo creo que las casas eran más chicas que la mía porque la gente prefería estar sentada en la vereda.
"Hey Fra-Fra! Psss...."- dijo el taxista mientras hacía un rápido cambio de luces.
Se acercó un tipo medio flacuchento y le pasó un papelito doblado a mi chofer quien aceleró y salió de Legua York.
"Ahora sí po mijita, doblamos por acá y estamos a dos cuadras de la casa de su amigo y... ¿sabe qué? Si hicimos el trato de pagar a medias no me haga sentir chofer y pásese pa delantito po".
Me pasé por entre medio de los dos asientos y me senté como copiloto. En la luz roja el tipo saca un lápiz bic del cenicero, me lo pasa y extiende el papel con cocaína sobre mi falda.
- Péguese un jalecito.
- Mmm, es que yo no le hago...
- Ya pue que me enojo y la dejo botá aca...
- Ok.
Simulé jalar poniendo el lapiz por fuera de mi nariz y aspirando con fuerza y fingido placer.
- Ya mijita, ahora mándese un traguito...
Me pasó una petaca de pisco de 33 que me llevé a la boca.
"Estas dos cosas son como calzón y poto... venga pa acá po mijita"- Me dijo, mientras metía su mano entre mis piernas...
No iba a venderme por tres lucas ni por seis, así que sin haber llegado a destino y sin saber donde estaba, me bajé y corrí por debajo de la línea 5 del metro.
Paró un auto, conducía un sacerdote y me dijo: "¿Para donde va mijita?. Yo la llevaré por el buen camino y que nuestro señor nos llene de gozo..."
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