Oligorecorder
Típico que a las mujeres nos recriminan por inoperantes en materias tecnológicas, por poco duchas en temas mecánicos y por carentes de esfuerzo en asuntos de motricidad aplicada a aparatos. Yo no soy así. Me reconozco un poco más involucrada en estas cosas que el promedio de mis congéneres, sin embargo, algunas veces reconozco en mí algunas de esas características cuando menos me lo espero, sobre todo cuando he consumido algún tipo de aditivo que me hace perder la relación tamaño/peso, distancia/velocidad, sentido/dirección o secuencia/lógica.
Esta vez, sin mediar agente alguno, me enfrenté a la incapacidad de operar la grabadora de Coke Tukío. Se trataba de un aparato rectangular cuyos botones él comprendía y operaba perfectamente, mientras que yo, no los lograba inteligir e incluso era imposible para mí activarlos.
- "Mira... Es-tos bo-to-nes se a-pre-tan des-pa-ci-toooo.....", me dijo pronunciando cada sílaba en tono de reproche.
Lo miré. Era lógico que se apretaban despacio, pero era falso. No tenía la fuerza para presionar la tecla "Play" tal como no la tengo para hacer partir la moto pedaleando. Era durísimo.
Me sentí una mujer típica ante sus ojos y me invadió la rabia por la injusticia. Yo no soy lega, sé usar aparatos y acá algo pasaba. Por ejemplo, según él, se retrocedía con la tecla: ">>>". Para mi esa debería ser la de avanzar. Y vice versa. Porque claro, paradójicamente, siempre a la derecha se le otorga el significado de avanzar, abrir, comenzar... Pero él sabe que eso no es así, entonces la opera de acuerdo a sus paradigmas y le funciona. ¡Qué inteligente esta grabadora capaz de funcionar de acuerdo a los ideales del usuario! Coke Tukío tiene ese don, hacer que las cosas marchen a su manera sin jamás perderse y sin quemar nunca un pantalón aunque lo planche al máximo de la temperatura permitida en el aparato. (Cuando intento planchar así, se me quema hasta la tabla).
Me explicó varias veces como usar la cosa, hasta que comprendí que era exactamente al revés de como yo pensaba, así que mediante la práctica de la antonimia -que no me permitió equivocación alguna siempre y cuando no olvidara cuales eran los antónimos de mis conceptos- aprendí. Le agarré la maña al asunto y ahora sí iba a poder grabar.
Nuevo problema: ¿En qué dispositivo graba esta máquina? Ah... ¡¡¡En un cassette!!! A través de la ventanita de plástico negro se distinguen las dos ruedas y sí, es un cassette. ¡Qué bueno! ¡Esos sí que los sé usar!
Presiono el botón cerrar que es el que se usa para abrir, y lo hago suavemente porque las teclas son muy duras. Y se despliegan -en un acto emulado de la naturaleza- una cascada de tres cassetes, los cuales interconectados graban el sonido de cassette a cassette, como si fuera agua cayendo de terraza en terraza.
Coke Tukío me dijo que tuviera cuidado con la correa de distribución de las cintas, ya que al abrir las tapas, ésta queda asomada y me puede cortar un dedo.
Fui cuidadosa y aprendí a grabar. Ahora me falta la segunda parte: inventar qué decirle al freaky aparato, aunque según mi lógica, no debería decirle nada al micrófono y tan solo grabar el silencio,para que así tal vez, cuando ponga STOP, pueda escuchar lo que no grabé y sea toda una revelación.
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