Tui-Tui
Mi amiga no sabe que hacer para que crezca. Dice que es demasiado pequeño y que la delicadeza necesaria para vigorizarlo se ve empañada por su torpeza.
Ella pensó en el acto materno de digestión de las lombrices para luego rejurgitarlas y depositarlas en el esófago del recién nacido. Sin embargo, ¿que proporción humana está a escala de un pico tan chico y un tracto digestivo tan frágil y cerrado?
Tal vez una manga de pastelero en miniatura, donde el jamón remojado en leche convertido en una pasta digerible como baba ajamonada, pueda depositarse en el güergüero. Pero mi amiga no sabe como agarrar al pájaro para darle. Se complica y acude a un especialista que no duda en recetarle un preparado aviar para avecillas huérfanas. Es por eso que ha tasado el cuerpo del polluelo en una balanza. Pesa 5,1 gramos y lo continuará pesando para ver si crece mientras lo alimenta con dos gotas de ración alimentaria cada 3 horas utilizando para esto un anatómico y especializado gotario.
Pobre ave, me recuerda a Joaquín. Nombre ungido en honor a las aulas que rodeaban el árbol donde estaba el nido del que su madre Jilguero lo botó, en un Campus por donde recién pasaba la línea cinco del metro, con sus carros encumbrados en pilares casi tan altos como ese árbol.
Joaquín murió y la madre de Tui-Tuí también, tras increpar con valor a su hermana y resultar malherida.
Pobre Tui-Tui. Que las manos de tu nodriza sean fecundas...
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