"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

martes, agosto 16, 2005

Konnie Walker

Me quedé sola caminando esa tarde por las calles inexploradas de Knightbridge. Hablaba con mi amigo del alma por teléfono y al cortar, me encontré tomando un café en la calle con Falcon, el dueño del sofisticado restaurant pakistaní que estaba a la vuelta de la esquina. Acordamos una cita más tarde, pero en realidad no me interesaba. Sólo quería ser amable.

En mi camino exploratorio interactué con un japonés lentes poto de botella, que reía mientras leía comics por mí ilegibles.

De pronto estaba nuevamente en King’s Cross Station, ese lugar que tan solo algunas semanas antes captó la atención del mundo entero y ahora se presentaba con cara digna como si nada hubiera pasado.

Esperando el bus de regreso, un griego buena onda me pregunta si soy de egipto y el vendedor francés del Sex Shop de Picadilly Circus dice que no me preocupe, que sin duda soy italiana, no egipcia y que debo llevarme la sensación del momento.

La lluvia intensa, mi capa transparente, mi pelo mojado, el sol brillando un segundo después del último trueno. El taxista amigo que me lleva al lugar más sórdido de Picadilly, mi caminata en el barrio chino y mi insulto al vendedor del almacén:

- “Oh! So you are from Chile!!! Are you so hot as chilis are?”
- “No, I am as the hottest chilli in the world: Motherfucker!”
- Refiriéndome al "putamadre".

Llego al ZOO, un bar sórdido y atochado por los especímenes más liberados y surtidos. Me aborda un un inglés solitario. Luego mi sombrero verde es protagonista y mi acento es ahora “afrancesado” para un holandés volador que quiere llevarme por ruta a Hawai y Grecia a bordo de su cosmonave.

Más tarde, regreso al hotel de alta categoría, donde mujeres vestidas con Ghurkas y el banco de Dubai son mis vecinos.

El amanecer londinense en mi ventana, la Torre de Londres, la búsqueda de una Moloskine, el vodka en el bar de un quinto piso, el chocolate de un griego, mi abrigo negro, Heathrow, un Marlboro, un beso y un hasta pronto.