"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

lunes, septiembre 12, 2005

Quinta Oligoanormal

Mis manos aún huelen a cebolla y me traen el recuerdo de esa tarde del último domingo, que no fue para nada cocinada.

Mis amigos llegaron a buscarme con un ramo de calas, me ordenaron la casa, la cabeza y el alma, mientras ponían la mesa para almorzar en la terraza. Los spaghetti frutto di mare al vodka, iban muy bien con ese tinto que, chambreado, fue inmediatamente dado de baja.

Estuvimos al sol, fijando a los huesos la vitamina E ansiosamente, igual que lagartijas huérfanas de UV tras un largo invierno. Chambreados como el vino, nos miramos y corrimos a una laguna cercana.

Navegamos por intrépidas aguas, tuvimos encuentros con piratas poncherosos y, entre risas, recordamos la última vez que nos entró agua al bote. Encallamos en un roquerío lleno de malolientes nalgas (sic) submarinas que se trepaban por los añejos maderos de los remos que olían también a cebolla.

Finalmente logramos desencallar y desembarcar en Lourdes, donde incrédula pero piadosa, encendí las velas que se habían apagado con el viento. En una mano llevaba una cruz de Palqui para espantar las malas vibras, y en la otra un churro, igual al que se comió una loca, entumida y descontextualizada alpaca.