"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

miércoles, noviembre 02, 2005

Oligopliscoruinas

Miraba por la ventana hacia afuera y veía la calle Mosqueto, frente al 683. Pasaba al cuarto del fondo, me asomaba por la ventana, y veía asomarse la calle de atrás, enmarcada por un bloque de concreto tiznado con partículas de polvo y smog acumulado a lo largo del tiempo.

Afuera llovía y los cactus disfrutaban esa hidratación contra natura. El vecino misterioso me observaba y solo alzaba una ceja, guiño sufuciente para notar que me había reconocido y que me daba nuevamente la bienvenida a ese lugar que hace más de un año habitaba.

No lo podía creer. De nuevo ahí, Damián como siempre habituado y las pifias como siempre acrecentadas. Todo el esfuerzo había sido en vano. Los azulejos se habían desprendido, la pintura roja se había englobado hasta descascararse y dejar aparecer el antiguo color grisáceo estampado con huellas de antiguos moradores felinos deprimidos.

El agua de la ducha helada y acumulativa durante la acción del baño, hasta llegar a las rodillas mientras flotaba la pintura suelta con la que alguna vez había reesmaltado la tina.

El suelo de parquet con más piezas faltantes que una sonrisa tapada por pudor con una mano. Las goteras más permanentes que el llanto de un arrepentido, y el vapor perenne, como la inmundicia de ese lugar terrorífico.

La soledad esta vez la prefiero. Me sumo en el silencio, tomo un lápiz y un papel y dibujo una línea corta del tiempo. Antes de llegar al extramo, deberé tener la estrategia para salir de ese lugar como tantas veces lo hice, pero esta vez definitivamente.