Marias
María I sentada en un sicótico café, esperaba a María Doré, que con mini falda y tacones nacarados llegó al lugar pegada a su celular. Apareció un corazón errante con su hija de intenso color azul y le regaló a María Doré un abrazo cálido que ella guardó en una cajita de cristal.
Cuando el minutero había avanzado la cuarta parte de la vuelta completa, aparecieron María Tercera y María Cuarta, que se apuraron en almorzar un menú oriental, en ese restaurant chino que reconocemos por el desglamourado periodista que ahí cena solo, para pasar los días de inopia acompañado de un vaso de agua.
Ya todas listas, las Marías se reunieron en la soleada mesa en la vereda, a debatir el sino de esa tarde.
Comenzó con una caminata por el Oligosena, y una inspiración aspirada envuelta en papel de arroz. Prosiguieron subiendo sus tacones al auto que las esperaba entre piropeos limítrofes entre lo erótico y lo profano.
Misión: Navergar en la Quinta Oligoanormal.
Rumbo a la laguna, nos encontramos con un devoto que venía del santuario de Lo Vásquez haciendo una penitencia en rollers. Su fisonomía era casi un calce perfecto con Lenny Kravitz, y sus zancudianas piernas se erguían como un rascacielos por sobre las ruedas. Quisimos llevarlo a navegar, pero nos arrepentimos.
Llegamos al lugar, y las oligoturbas tenían invadida nuestra laguna. La espera sería indigna y a las Marías eso no les gusta. Por lo tanto, tras intentar traficar las córneas de un pingüino siberiano, nos fuimos sorbiendo un tubo de hielo coloreado y saborizado hasta llegar a escoger los mejores limones, que con las manos de María Tercera, la bartender, se convirtieron en un elíxir hoy en disputa con un país fronterizo que también demanda mar. Si la mar fuera de pisco sour entendería...
En el camino a la ilustre y letrada feria y sin saber que Fujimori se acercaba, las Marias intercambiaron amores, y mientras tanto, se aproximaba María Quinta, quien esperaría en el apartamento para sumarse.
Ya todas reunidas, aceptamos la inclusión de nuestro hermano, que fue nuestro chaperón a la hora de irnos taconeando y re-producidas a la alta noche con remedio santo y un caballo fina sangre.
Las tablas miles, los brebajes miles, las risas miles. Pero María Doré debió partir y con ella, también María Quinta.
Quedan para la posteridad y el recuerdo un José en el Parque, la infructífera búsqueda de Crystell sólo para escarmentarla rudamente, y Gonzalo con su novio-perro.
La misión: unas chalas de cristal con estiletes para el despertar y una nueva reunión de marías.
http://damarias.blogspot.com
1 Comments:
Los días inolvidables!!
Si existiese el "baila domingo" del os junitos larriberas sound mashine, de seguro maria paraba ahí, con el taco alto, la mini corta, y el rabo entre las piernas. Nos ganabamos un año de té samba, un poncho lindo y un calefont splendid.
9:02 a. m.
Publicar un comentario
<< Home