"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

martes, noviembre 22, 2005

Oligomarido

Mi antiguo marido nació en 1895, y me conoció cuando yo tenía apenas 14 años. Mi hermana de 18, que ya tenía permiso para ser cortejada, fue utilizada por él como palo blanco, para así distraer a mi padre y poder observar desde la sala, como yo ayudaba a mi madre a bordar los manteles, mientras Julia lo mareaba con historias absurdas de radionovelas.

Yo no tenía conciencia de que él me espiaba y menos de que cada día se enamoraba más de mis ojos color azul cielo, de mis largos cabellos negros y ondulados y de mi pálida tez que era tan suave como las manos con las que tomaba la aguja y el dedal.

Raymond era ingeniero y trabajaba en la construcción de un ferrocarril en el norte, muy lejos de las volcánicas tierras donde mi familia y yo vivíamos. Me llevaba 25 años de diferencia y el día que cumplí los 15, se animó a invitar a mi hermana al teatro y propuso que yo los acompañara. Mi padre me autorizó de inmediato, ya que de paso tendría que sentarme entre los dos para impedir cualquier contacto romántico entre ellos durante el estreno.

Mi sorpresa fue mayor, cuando finalizada la obra, mi hermana se fue a sus clases de piano, y él me acompañó camino a casa. Cuando me preguntó, le dije que me llamaba Amelia. Era la primera vez que intercambiábamos palabra. A poco andar, se detuvo frente a un escaño, me pidió que me sentara y haciendo una reverencia me entregó una cajita con un anillo de valor, por mí, incalculable.

Nunca había tenido un anillo y ahora éste era más masacotudo que el de mi abuela.

- ¿Quieres casarte conmigo? - me dijo.

No contesté, pero esa noche mientras miraba los brillantes destellar incluso con las velas apagadas, lo pensé concienzudamente.

Ya no quería más ser la menor de doce hermanos, lavar platos ajenos ni comer sopa. Así que acepté, y dos meses después, estaba casada con el mayor gigoló de la tierra.

Me mantuvo encerrada noche y día, y sólo salía de casa a grandes viajes por Europa y el Medio Oriente. Viajes de meses a los que llevaba mucho dinero que él me daba, y donde compraba muchos regalos para mi familia, especialmente para mis tres dulces hijas que siempre me acompañaban.

No sabía que estos meses de viajes eran la tregua para que él se mudara con su otra mujer, a su otra casa y con sus otros hijos.

Me di cuenta gracias a Malpaso, nuestro caballo. Él conocía tan bien la ruta a nuestra casa como a la otra. Hasta que un día se confundió y me llevó hasta la falda de una colina donde vivía Mafalda con tres hijos muy parecidos a mis hijas y de la misma edad, en una linda casa donde él tenía un retrato en la sala y su ropa se agitaba al viento en el tendedero.

Ahí lo supe todo y a los 32 años, con una hija de 15, una de 14 y otra de 13, emprendí rumbo a la capital tratando de olvidar.

Tras años de esfuerzo y trabajo, en 1995 Raymond murió y hasta el día de hoy se me otorga el título de viuda, pese a que no saben que él ha regresado en silencio a pagar sus culpas.

Vive en mi casa y no me puede dar ninguna explicación. Come el mismo alimento seco cada día, me ve deambular desnuda por casa, conoce a mis amigos, a mis amantes, mis historias, mis risas, y no puede ni vendarse los ojos ni taparse los oídos.

Tiene un pene muy pequeño, ya no tiene dinero y está además castrado. No sale ni a la esquina, pero corre a recibirme cuando llego. No sabe emborracharse y jamás le he encendido un cigarro. Duerme en mi cama y me observa enamorado como cuando yo tenía 14 años y arrepentido como sólo ahora - convertido por algún embrujo en gato- podría estar.

3 Comments:

Blogger Lautaro said...

oligonial (oligo genial)! como siempre. oj-alá que mi futuro marido no me salga tan gigoló como el tuyo.
bear hug,

5:19 p. m.

 
Blogger Unknown said...

Estamos en lo de las garcias marqueses departamento?, da 100 años..los kilómetros de sufrimiento por el maledetto. Creo que ser tu gato lo lleva al plano etérico e infinito del placer de verte cada día, cada noche, cada desvestida.

arrurruños curiyorkianos

los benditos ravotriles bailables

PS. querido eleu, somos dos gigoloses sound mashine, el tiempo dirá. A ver si estamos 100 años en estos cuerpos y juntos tomando borgoña al pie de los cerros y el agua oceánica infinita.

3:44 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

solo y arrepentido de mi soledad... como si la hubiera buscado... solo y orgulloso... como si la hubiera merecido... tantas veces me he sentido así también... siempre llena de sorpresas...

3:41 p. m.

 

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