"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

martes, marzo 18, 2008

Desamor

Quería que lo nuestro fuera para siempre, de por vida. Pero en otros términos...

Me juró la mayor felicidad de la tierra, esa que según él jamás había conocido... Y así estoy ahora: d portas de un careo frente a fríos especialistas en asuntos prácticos que garanticen lo mejor para una niña que no merece menos, pero para quien deseaba mucho más que bienes tangibles.

Si bien quería su amor, y era eso lo que yo le quería dar de por vida, hoy me he ganado todo lo contrario por tener que recurrir a terceros que le cuenten como cuidar a una familia.

Ni el egoísmo ni la avaricia, ni los malos tratos ni las negligencias, son propias para ofrecerle nido a una principita bella.

¿Es el precio de la libertad otorgar una suma de dinero mensual? ¿Es el precio de la libertad regateable más encima?

Si se transa un hogar, una familia y mucho amor, por más noches de más de todo eso, es que no se ha comprendido nada. de nada...

lunes, marzo 17, 2008

Moneda de cambio

Es una lástima que el dinero termine siendo la tangibilización del sentido de justicia, sobre todo cuando de asuntos de familia se trata.

No puedo creer la ironía de la vida, de convertir la fecha más recordada en una macabra.

No me convenzo de que la otra parte no haya querido llegar a buen entendimiento, y que su orgullo y egocentrismo no le permita reconocer que no era el mejor camino.

Ni siquiera comprendo por qué me culpan, si puse todo de mi parte para evitarlo.

El amor no se regatea. El respeto tampoco. Los cariños, los derechos y las obligaciones no se rematan como en una feria de las pulgas. Se dan y se ganan.

viernes, marzo 14, 2008

Por qué.

Porque las niñas merecen cuentos de hadas, sobre todo cuando son principitas bellas. Porque no existe respuesta para todo. Porque nadie tiene la razón absoluta. Porque hay distintos puntos de vista. Porque uno viene de una cultura y el otro de otra. Porque me enseñaron en un idioma y a otros en otro. Porque uno aspira a darle a ella lo mismo que tuvo, y yo no quiero darle menos que las oportunidades que yo tuve. Porque creyó estar seguro de lo que quería, cuando no era cierto. Porque creí en lo que quería. Porque era lo que yo quería. Porque cuando se es muy hijo, no se puede ser muy padre. Porque hay quienes usan las mentiras. Porque para que haya un manipulador, debe haber alguien que se deje manipular. Porque todo se paga en esta vida. Porque me espera algo mejor. Porque mi amor lo estaba sembrando en el cemento. Porque nunca me llevaron a ver a Ceratti. Porque me vaciaron mi hogar y me despojaron de palabras. Porque me vaciaron el corazón de lágrimas. Porque no me creyeron. Porque no me entendieron. Porque no me cuidaron. Porque nuestras diferencias fueron amenazas para él. Porque yo creía que esas diferencias eran oportunidades para los dos. Porque no me estaba marketeando. Porque soy presa fácil de la publicidad engañosa. Porque estaba ciega. Porque jamás pierdo las esperanzas. Porque tengo una hija maravillosa. Porque tengo grandes amigos. Porque no he dejado de trabajar nunca. Porque valoro mi vida. Porque antes que mi, está ella. Porque la amo. Porque no puedo olvidar.

Amanecer en el Estrecho

Un corazón que latía en mi guata era la única tibieza que de a poco fue craquelando y derritiendo los fríos trozos de mi cuerpo.

Mi propio corazón congelado y paralizado, había irradiado un frío inexplicable en todos los sentidos. Mi cabeza, mis manos, mis pies, mis vísceras, todo en mi estaba cristalizado.

Sólo puedo comparar el corazón de la Anastasia con el calorcito del sol asomándose sobre el Estrecho de Magallanes, tierra que me vio nacer y que tal vez me regaló un traje térmico invisible, capaz de protegerme de los peores inviernos de la vida.

Hoy ha salido ese sol y brilla con todo su esplendor, late junto a mi pecho cada noche y huele maravilloso mientras cruje y me sonríe.

Sin embargo, aunque lo he intentado, aún no puedo sacarme el traje. Cada vez que lo dejo sobre mi mesita de noche, me da un frío que moja mis ojos y mi garganta al sentir que quedan vestigios de la pena más grande de mi vida.

Estoy de luto, viviendo el duelo por la pérdida de quien más había amado. A modo de detenido desaparecido lo busqué por cielo, mar y tierra, llegando incluso a explorar las orillas del Elqui a ver si lo encontraba bajo las mismas estrellas donde me prometió un cielo paralelo y donde me confesó querer la familia que ahora, por su muerte, perdió.

No estaba desaparecido. Simplemente fue un amor fugaz, que cual cometa dejó una cola larga que se ha desvanecido en siete fríos meses.

Y esa es la mayor tristeza. Saber que no está en ningún lugar del universo, que nadie ni nada me puede devolver a esa quimera con ojos de amor, palabras de loco, risa de niño y porte de hombre.

De esa quimera queda el recuerdo y una descendencia que lo honra en belleza, y que me lo trae a mi memoria cada segundo, y que ha sido merecedora -sólo por existir- del mayor amor que haya sentido jamás.

En el Estrecho durante el verano, jamás deja de latir el sol. Y los hielos no son eternos, excepto aquellos que Magallanes atesora y que son su fortaleza.