"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

miércoles, noviembre 30, 2005

El Oligoarte de Desplazarse II

Tanto en minutos como en segundos, se puede trazar la travesía entre el aeropuerto de Santiago y un oligobanco emplazado en el sector oriente de la capital.

Habiendo identificado que la acción a seguir es la del desplazamiento, se usan las instrucciones definidas para ello que, guardadas en el subconsciente, servirán como un recurso que nos hará movernos de un punto a otro -o a ese mismo- siguiendo una trayectoria dada por la simple exploración, la experimentación o la memoria.

El trabajo se realiza a diferentes niveles, y es en el de la conciencia donde se definen la ruta para desplazarse y la vía para efectuar la movilidad que regirá a la acción. Todo esto, luego de un análisis que puede tardar un segundo, o incluso meses, dependiendo de la complejidad del recorrido.

En el caso de la ruta citada inicialmente, la tarea es simple, y calcular costos versus beneficios puede resultarle fácil a una persona medianamente experimentada. Probablemente opte por el automóvil, la Autopista Central y el momento más conveniente del día para ella. Estas decisiones, van entrelazadas con la de la elaborar una carta de navegación mental que se manifiesta como un cortometraje cerebral absolutamente ambientado, sonorizado y temporal.

Situaciones, entornos, fachadas y personajes son caracterizados hasta el último detalle y los diálogos son previsualizados. Todo esto se convierte en el manual de apoyo durante el desplazamiento al punto de destino, el cual si es distinto al de origen, será el punto de partida del proceso inverso, que muy parecido a como se deshace un tejido, consiste en efectuar un undo de la tarea inicial.

El grado de experiencia en estas oligoartes desplazatorias, se podría medir comparando la similitud entre el cortometraje y la realidad vivida durante la realización del trabajo. A mayor número de coincidencias entre ambas situaciones –la virtual y la real- mayor es el factor de porcentaje de exactitud, éxito y por ende, experiencia. Sin embargo, quien tenga un coeficiente de similitudes que tienda a cero, probablemente nos haya superado a todos y ya la impregnada libertad para conducirse, haya hecho un trueque entre preconcebir lo desconocido por experimentar lo inimaginable.

lunes, noviembre 28, 2005

El Oligoarte de desplazarse

Es muy extraño y difícil de dilucidar, cuándo se aprende a realizar ciertas acciones. Por ejemplo, la del desplazamiento.

¿En qué momento el niño-bebé-feto aprende que "ir" significa abandonar un punto para realizar un recorrido y llegar a otro punto o a ése mismo?

De seguro que la mayoría de los adultos hemos aprendido este concepto. Unos más, otros menos.

Luego de aprendida esta definición básica que nos indica la acción que realizaremos, ¿quién nos enseña que debemos seguir una trayectoria? Tal vez lo aprendamos solos, pero sin duda que hay una acción consciente antes de escoger el recorrido y la vía de transporte.

Y seguido de ésto,¿en qué momento incorporamos en nuestra función cerebral los recursos de la memoria, el aprendizaje o la exploración azarosa?

Ya a cierta edad de experimentadas en estas materias, es fácil levantarse y salir con un cortometraje virtual en la conciencia, que al igual que una carta de navegación, nos indica de donde venimos, para dónde vamos, y además cómo nos vamos.

Si la trayectoria la hemos hecho antes, resulta casi automático. Si no lo hemos hecho jamás, construimos en nuestra mente los factores ausentes que llegaremos a conocer terminada la acción del desplazamiento.

Quienes ya han incorporado ventajosamente la capacidad de trazar en su mente el viaje, son capaces también de vestir las fachadas, los interiores, pre-escuchar el diálogo con un interlocutor quizás también desconocido que sin duda tiene ropas y un estilo que ya hemos elaborado y adjudicado a esta persona que tal vez nos esté esperando o tal vez no.

Un caso cercano es el de ir desde el aeropuerto a un banco en Providencia. Tanto en minutos como en segundos, se puede trazar la travesía. Pie, taxi, metro, colectivo, micro, auto. Se realiza un automático costos de cálculos v/s beneficios:

Opción en este caso: auto.
Alternativa tentativa: estacionamiento para clientes.
Trayectoria evasiva de tacos definida
Acelerador y recorrido.

Sin embargo, al llegar, noto que no existe el estacionamiento de cerámicos azules que imaginaba, tampoco guardia en la puerta ni barrera de entrada. Ni siquiera el letrero luminoso rectangular de "Estacionamiento de Clientes" está donde lo imaginaba. Sólo hay un local comercial en su lugar.

Marcha atrás, me dirijo a un estacionamiento público. Desplazamiento del cúbiculo donde está el automóvil hasta un ascensor que me lleva del piso -4 al 1. Fuera de dicho elemento transportador, viene la caminata económica por hipotenusas y tangentes. Llego a destino, participo en la reunión y todo termina ahí. Acción dos: "Undo". Todo vuelve para atrás. Deshacer la marcha, recordar donde está el estacionamiento, trazar la ruta de regreso y un "CTRL+Z" de toda la reciente operación anterior.

Finalizada la acción del desplazamiento ida para allá e ida para acá, el ejercicio a realizar es la comparación entre cómo se llevó a cabo con la idea preconcebida. En el caso de hoy, acerté a un 85%: La ejecutiva resultó ser más joven, el piso del estacionamiento más bajo, la credencial idéntica y los tiempos de demora exactos.

A mayor experiencia en la ciencia del desplazamiento, aumenta el porcentaje de coincidencias. Los que tienen un factor que tiende a cero, probablemente nos hayan superado a todos y ya la impregnada libertad les haya trueque entre "preconcebir lo desconocido" por "experimentar lo inimaginable".

miércoles, noviembre 23, 2005

Oligo Cumpleaños

Se había desocupado un lugar justo frente a la raída puerta roja del edificio donde vivíamos. Pese a que aún me faltaba guardar una caja y, como la distancia no eran más de diez metros, decidí mover el auto justo hasta ese lugar para estacionar y hacer más fácil la tarea de la carga.

Ya estaba empezando a cambiarme de estacionamiento, cuando veo a un hombre corriendo con mi caja hacia la esquina. Bastó apenas un segundo para que se avivara un pillo y se llevara mis electrodomésticos, cuidadosamente guardados.

- "Hey! Hey!"- grité intentando alcanzarlo y corriendo.

El tipo se detuvo. Yo con los ojos hinchados y fatigada del dolor, le expliqué que esa caja era mía, no basura, y que por favor me la devolviera. Y así fue.

Me acompañó amablemente al auto y la guardó en la maleta junto con las últimas cosas, esas que no se había llevado el camión que había llamado en la tarde, para que se llevara mis muebles y así definitivamente abandonar esa casa.

Sólo me faltaba Damián, así que dejé el auto cerrado y subí al departamento a buscarlo. Lo tomé en brazos y con los ojos empañados, el corazón destrozado y mi pensamiento incrédulo, miré a ese hombre por última vez y me fui.

Subí a mi gato al auto y partí con rumbo desconocido. Él intentaba equilibrarse entre las cajas y las bolsas con ropa y, sin reclamar, parecía querer traspasarme paz y lucidez, a pesar de que las lágrimas no me facilitaban la tarea de distinguir una luz roja de una verde.

El sollozo activó el piloto automático y manejé como quien se dirige a un abismo, mientras se despide del mundo.

En la radio sonaba la canción "Somewhere only we Know", pero yo ni siquiera sabía a donde iba. Sólo sentía que estaba bien lo que hacía, que no debía prolongar esa vida más y que lo que fueron unos iniciales dulces meses, se habían convertido en un infierno y, que si me echaban de un lugar, obviamente ya no debía permanecer, menos si sobre mí recaían permanentemente graves amenazas y si el ambiente olía a pertubadoras infidelidades, mentiras y misterios. Mi problema era creer que lo amaba.

Ahora sentía que donde fuera estaría mejor que en ese lugar, a pesar de no tener un trabajo, una familia, un lugar donde llegar, ni nadie a quien me sintiera capaz de llamar pidiendo auxilio moral. Me parecía un "paquete" demasiado grande.

Mientras conducía por Merced y pasaba por la curva que llega a Plaza Italia, reventé en un convulsionado llanto que duró hasta que llegué a Irarrázaval con Chile - España.

Chile-España, libertad-prisión, amor-odio, ayuda-explotación, compañía-invasión, amor-desilución, muerte-liberación.

No podía seguir conviviendo con quien sólo quería permanecer conmigo si me unía a sus mismos tríos y cuartetos de otrora, alguien que me amenazaba con golperame, que destruía en ataques de ira todo a su alrededor, que se emborrachaba a diario, que tenía a todas sus amantes como permanentes y ocultas amigas, alguien que era adicto compulsivo y diario a la pornografía y que me mantenía en permanente riesgo, dado por sus -sólo por mi conocidos- "quehaceres".

No quería estar en nóminas ni listas que nada tenían que ver conmigo y que sólo alimentaban su fantasía, tal como en "Una mente brillante". No quería que matara al gato que me quedaba ni menos tener que lidiar con su desfachatez y tener que ser cómplice en las mentiras frente a sus amigos.

Descubrí el trasfondo mitomaníaco de su vida, la extrapolación, fantasía, exponenciación y demencia y que en cuanto abrí los ojos, no soportó ser descubierto en su decadente escencia y me odió por saber y por conocerlo, y yo me odié por no haber hecho caso a mi intuición de cuando apenas tenía 20 años y todo en él me decía que no.

Haber descubierto la verdad fue lo que me condenó a su odio. Pues frente a una verdad irreversible, no hay caparazón que valga.

Reconocer el plagio, la patanería, las mismas frases aprendidas de siempre, su autoexigencia por intentar parecer un periodista inteligente a cualquier costo, el encubrimiento de sus vicios con estilo (tal como cubir el parquet con flexit tipo ajedrez para parecer cool...), fueron la causa de esa agresividad que jamás denuncié y que lo llevó a ahorcarme para borrarme de su conciencia, romper todo lo que encontraba a su paso, regar con los restos de ron la alfombra, pisotear las películas pornográficas, reventar lámparas en el suelo, patear cajoneras, estrellar el control remoto a un centímetro de mi cabeza contra la pared y apagar los cigarros con furia en su propia mano, demostrando que la mía sería la próxima...

Al compilar estos fragmentos, pude ahuyentar mi dolor y se fue el llanto. Sentí una tibieza que me reconfortó por completo. Ahora me tenía a mi misma y me había alejado de esa pesadilla para siempre.

Hoy tengo unaenorme gratitud por este doctorado del que me gradué con honores y que se ha convertido en una herramienta con la que forjo día a día mi felicidad, sabiendo reconocer lo que repelo y valorando intensamente la sinceridad y la simpleza.

Ha pasado un año de aprendizaje, autoanálisis, paz y crecimiento.
Se me han cumplido mis tres deseos, y despojarme de este peso por escrito era el último.
Feliz Cumpleaños.

martes, noviembre 22, 2005

Oligomarido

Mi antiguo marido nació en 1895, y me conoció cuando yo tenía apenas 14 años. Mi hermana de 18, que ya tenía permiso para ser cortejada, fue utilizada por él como palo blanco, para así distraer a mi padre y poder observar desde la sala, como yo ayudaba a mi madre a bordar los manteles, mientras Julia lo mareaba con historias absurdas de radionovelas.

Yo no tenía conciencia de que él me espiaba y menos de que cada día se enamoraba más de mis ojos color azul cielo, de mis largos cabellos negros y ondulados y de mi pálida tez que era tan suave como las manos con las que tomaba la aguja y el dedal.

Raymond era ingeniero y trabajaba en la construcción de un ferrocarril en el norte, muy lejos de las volcánicas tierras donde mi familia y yo vivíamos. Me llevaba 25 años de diferencia y el día que cumplí los 15, se animó a invitar a mi hermana al teatro y propuso que yo los acompañara. Mi padre me autorizó de inmediato, ya que de paso tendría que sentarme entre los dos para impedir cualquier contacto romántico entre ellos durante el estreno.

Mi sorpresa fue mayor, cuando finalizada la obra, mi hermana se fue a sus clases de piano, y él me acompañó camino a casa. Cuando me preguntó, le dije que me llamaba Amelia. Era la primera vez que intercambiábamos palabra. A poco andar, se detuvo frente a un escaño, me pidió que me sentara y haciendo una reverencia me entregó una cajita con un anillo de valor, por mí, incalculable.

Nunca había tenido un anillo y ahora éste era más masacotudo que el de mi abuela.

- ¿Quieres casarte conmigo? - me dijo.

No contesté, pero esa noche mientras miraba los brillantes destellar incluso con las velas apagadas, lo pensé concienzudamente.

Ya no quería más ser la menor de doce hermanos, lavar platos ajenos ni comer sopa. Así que acepté, y dos meses después, estaba casada con el mayor gigoló de la tierra.

Me mantuvo encerrada noche y día, y sólo salía de casa a grandes viajes por Europa y el Medio Oriente. Viajes de meses a los que llevaba mucho dinero que él me daba, y donde compraba muchos regalos para mi familia, especialmente para mis tres dulces hijas que siempre me acompañaban.

No sabía que estos meses de viajes eran la tregua para que él se mudara con su otra mujer, a su otra casa y con sus otros hijos.

Me di cuenta gracias a Malpaso, nuestro caballo. Él conocía tan bien la ruta a nuestra casa como a la otra. Hasta que un día se confundió y me llevó hasta la falda de una colina donde vivía Mafalda con tres hijos muy parecidos a mis hijas y de la misma edad, en una linda casa donde él tenía un retrato en la sala y su ropa se agitaba al viento en el tendedero.

Ahí lo supe todo y a los 32 años, con una hija de 15, una de 14 y otra de 13, emprendí rumbo a la capital tratando de olvidar.

Tras años de esfuerzo y trabajo, en 1995 Raymond murió y hasta el día de hoy se me otorga el título de viuda, pese a que no saben que él ha regresado en silencio a pagar sus culpas.

Vive en mi casa y no me puede dar ninguna explicación. Come el mismo alimento seco cada día, me ve deambular desnuda por casa, conoce a mis amigos, a mis amantes, mis historias, mis risas, y no puede ni vendarse los ojos ni taparse los oídos.

Tiene un pene muy pequeño, ya no tiene dinero y está además castrado. No sale ni a la esquina, pero corre a recibirme cuando llego. No sabe emborracharse y jamás le he encendido un cigarro. Duerme en mi cama y me observa enamorado como cuando yo tenía 14 años y arrepentido como sólo ahora - convertido por algún embrujo en gato- podría estar.

Oliguaje: El arte de abreviar las palabras (Larte davriar labras)

Oliguaje significa Oligolenguaje, y consiste en una lengua alternativa que sólo algunos conocen y cuyos orígenes se debe a la sintaxis y sinapsis de una o varias palabras sin perder la etimología de cada una, las cuales se identifican parcial y fonéticamente. Son usadas en casos de emergencia, incapacidad de dicción, falta de tiempo o mente más rápida que la lengua.



En Oliguaje paso a traducir el párrafo anterior:

Oliguaje sigoliguaje, ysiste na lualtiva quólo algocen y curíges sebe a linxis y sinpsis duna o varabras serder letimgía daduna, luales sinfican pial y femente. Susdas nasos dergencia, inpcidad dición, falempo o mentásrida quangua.


Algunos ejemplos de la A a la Z:
Alemplos dAlaZ:

Alerse (A levantarse)
Buoches (Buenas noches)
Cazón (Con razón)
Dateá (Dame una piteá)
Elaja (Está la raja)
Flaños! (Feliz cumpleaños)
Güita (Guachita)
Holón! (Hola weón)
Isante (Interesante)
Jío (Joder tío)
Kío (Konitukío)
Llaón (Llámate a este weón)
Mor (Mi amor)
Naver (Nada que ver)
Olosas (Oligocosas)
Pruca (Préstame luca)
Puwá (Puta la weá)
Quete (Copete)
Ralda (Ráscame la espalda)
Raldavor (Ráscame la espalda por favor)
Sesto (Sientes esto?)
Tero (Te quiero)
¿Tiebre? (¿Tengo fiebre?)
Toro (Te adoro)
Tocagrío (Estoy cagado de frío)
Tocalor (Estoy cagado de calor)
Umajo (Un día más de trabajo)
Vamrriba (Vamos para arriba)
Whane (What's your name)
Xtrario (Extraordinario)
Ynuí (Yo no fui)
Zierda (Zancudo de mierda)

jueves, noviembre 10, 2005

Oligoboda



He realizado mi boda. Una oligoboda muy romántica en la cual me casé con mi amigo lomógrafo tras mi llegada de Isla de Pascua.

Lástima que mi amigo esté enamorado de otra y de novio con ella, pero eso no importa, porque nos casamos en Bonaire, un lugar escondido, romántico, surfeable, buceable, secreto increíble e inolvidable; y la boda quedará allá, en el Caribe, pues no la trajimos para acá.

Con lo vivido allá basta. Mi Bonairino marido lo tenía todo planeado:

- Un maestro de ceremonias, muy similar a Tomás Cox, pero en versión nativa-cool-chic, quien tenía todo listo para nosotros desde que nos bajamos del helicóptero.
- Un salón 'Meet & Greet' en el aeropuerto.
- Traslados por tierra, aire y agua.
- Traslado a la oficina gubernamental para casoriors.
- Auto de lujors... Tipo Diosars...
- Certificado de bodars
- Ceremoniars (la boda en sí)
- 2 testigors
- Vestido de noviars
- Traje de noviors
- Un ramo de flores tropicales para la novia
- Un floripondio para la solapa del novio
-1 botella de champagne
- 1 torta de noviors para 4 personas (los novios y los testigos)

La llegada fue total. El helicóptero se acercó a tierra por entre los riscos y arrecifes hasta dejarnos en un yate que nos llevó por la ribera de la isla hasta un hotel muy pequeño donde nos esperaban sólo a nosotros.

Ahí entré a mi habitación de soltera y estaba todo listo. Lo único de lo que me preocupé fue de la depilación pierna entera. Lo demás estaba todo dado. Sin maquillaje ni peinado, más lo que la naturaleza me ha otorgado y sin más pretención que lucir los efectos de mi Bikram Yoga en el cutis, me incorporé en el vestido albo y sedoso que no pesaba en mi cuerpo y que se veía extraordinario con mis pies descalzos.

Me vino a buscar el organizador y me subió a un lujoso auto blanco donde estaba el novio, con un traje a rayas con levita, un Monoi en la solapa, una sonrisa extraordinaria y también los pies descalzos (por algo nos casamos).

Bajamos la capota, nos sentamos en los asientos y nos fuimos con el pelo y velo al viento hasta la oficina de la gobernación donde nos esperaban dos testigos que dijeron a todo que sí.

Yo dije "I do." Y ya estaba "done". En mi dedo índice derecho calzó perfecto la roca de acrílico de 35 kilates y como la boda quedó allá, me traje de souvenir la soltería, un oligoálbum de fotos a color, otro en blanco y negro y uno en versión lomo. Todo regalo del novio.

Ahora, sin mediar divorcio alguno, soy muy amiga de mi marido y de su novia y he cumplido el sueño de tanta boda-obsesiva-chilena-treinteañera... Y eso que no llevaba el vestido de novia ni en la cartera, ni en la maleta.

lunes, noviembre 07, 2005

Marias

María I sentada en un sicótico café, esperaba a María Doré, que con mini falda y tacones nacarados llegó al lugar pegada a su celular. Apareció un corazón errante con su hija de intenso color azul y le regaló a María Doré un abrazo cálido que ella guardó en una cajita de cristal.

Cuando el minutero había avanzado la cuarta parte de la vuelta completa, aparecieron María Tercera y María Cuarta, que se apuraron en almorzar un menú oriental, en ese restaurant chino que reconocemos por el desglamourado periodista que ahí cena solo, para pasar los días de inopia acompañado de un vaso de agua.

Ya todas listas, las Marías se reunieron en la soleada mesa en la vereda, a debatir el sino de esa tarde.

Comenzó con una caminata por el Oligosena, y una inspiración aspirada envuelta en papel de arroz. Prosiguieron subiendo sus tacones al auto que las esperaba entre piropeos limítrofes entre lo erótico y lo profano.

Misión: Navergar en la Quinta Oligoanormal.

Rumbo a la laguna, nos encontramos con un devoto que venía del santuario de Lo Vásquez haciendo una penitencia en rollers. Su fisonomía era casi un calce perfecto con Lenny Kravitz, y sus zancudianas piernas se erguían como un rascacielos por sobre las ruedas. Quisimos llevarlo a navegar, pero nos arrepentimos.

Llegamos al lugar, y las oligoturbas tenían invadida nuestra laguna. La espera sería indigna y a las Marías eso no les gusta. Por lo tanto, tras intentar traficar las córneas de un pingüino siberiano, nos fuimos sorbiendo un tubo de hielo coloreado y saborizado hasta llegar a escoger los mejores limones, que con las manos de María Tercera, la bartender, se convirtieron en un elíxir hoy en disputa con un país fronterizo que también demanda mar. Si la mar fuera de pisco sour entendería...

En el camino a la ilustre y letrada feria y sin saber que Fujimori se acercaba, las Marias intercambiaron amores, y mientras tanto, se aproximaba María Quinta, quien esperaría en el apartamento para sumarse.

Ya todas reunidas, aceptamos la inclusión de nuestro hermano, que fue nuestro chaperón a la hora de irnos taconeando y re-producidas a la alta noche con remedio santo y un caballo fina sangre.

Las tablas miles, los brebajes miles, las risas miles. Pero María Doré debió partir y con ella, también María Quinta.

Quedan para la posteridad y el recuerdo un José en el Parque, la infructífera búsqueda de Crystell sólo para escarmentarla rudamente, y Gonzalo con su novio-perro.

La misión: unas chalas de cristal con estiletes para el despertar y una nueva reunión de marías.

http://damarias.blogspot.com

Mañanas de caña

Tras las noches de cine y borgoña, sobrevino la oligocaña.

Ésta consiste en la inflamación de cada neurona al punto de adoptar forma de frutilla, las cuales explosionan como popcorn.

La última vez, duró todo el día...

viernes, noviembre 04, 2005

Oligolotería

En el Bali Hai, los días que se celebran matrimonios en el salón VIP, regalan a los invitados especiales un cartón de lotería.

Este juego, tiene unas bases únicas y si se es valiente, se puede ganar un premio que garantiza fondos de riqueza inagotables de por vida.

Lo importante, es escoger la categoría en la que se participará, la cual va del 1 al 24.

Lo otro importante, es que así como en los raspes queda un recuadro que no se puede raspar, acá debe haber al menos cinco testigos de fe, que no pueden ser otros que el personal del local.

Así fue como sin estar al tanto de nada, me llamaron a la barra del lugar y me entregaron un cartón para raspar. Luego fui rodeada por cinco acreditados testigos que me aconsejaron antes de decidirme por una categoría.

Si escogía la número 1, sólo podría optar por ganar cien mil pesos. Sin embargo, esta cifra se elevaba al cuadrado cada vez que pasaba a la categoría siguiente.

El premio se recibía sólo si acertaba a la pregunta asociada, y ésta aumentaba en complejidad cada vez más, siendo la 1 la más fácil y la 24 prácticamente imposible.

Esta trivia me tenía nerviosa, me recordaba a Don Francisco con su programa de preguntas mezcladas con comodines, luces, parientes y comerciales, y mi ansiedad se acrecentó al optar ambiciosamente por la categoría 24, cuyo premio era un cifra incuantificable. La pregunta se venía...

- "¡Escogió la 24!". Dijeron 5 personas.

Una vez que todos reconocieron mi opción, debí raspar la celda con le pregunta vigésimo cuarta, que correspondió a una "imitación".

- "Debes emular el sonido de un..... fideo!!!!!!"

Tic - tac - Tic - tac - Tic - tac - Tic - tac...

En ese momento, puse la boca como quien dice "Uuuuuhhhhh", aspiré hacia adentro y dejando apenas un agujero por donde cabría un tallarín, sorbí intensamente aplicando algo de saliva semejando la sonajera de un sorbeteo de spaghetti con salsa pomodoro.

-"¡¡¡Perfecto!!!!". Dijeron los cinco croupiers.
-"¿Eso era todo?"

Petero Edmunds, alcalde de Rapa Nui, me entregaría el premio en Atamu Tekena durante el fin de semana.

Viajé a la isla y en una fabulosa ceremonia, tenían la pila de dinero cubierta con una lona. En presencia del pueblo -que se resiste a los casinos en el lugar- danzaron típicamente, ornaron mi frente con guirnaldas y coronas y destaparon la pila que no era otra cosa que un Moai de valor incalculable para la humanidad entera.

Si bien no me lo puedo traer ni vender, ¡soy millonaria!

jueves, noviembre 03, 2005

Noches de Cine

Buenas tardes, buenos calcetines y buenas noches.

Porque me gusta cuando la mayonesa se entibia con las papas fritas y también cucharear las frutillas del borgoña.

Porque me traje un término que me faltaba, una caminata, una cerveza muy helada y rock and roll desde un cine.

Y también, porque mis chalas me dijeron que nunca habían conocido a un par de calcetines tan rítmicos.

miércoles, noviembre 02, 2005

Oligopliscoruinas

Miraba por la ventana hacia afuera y veía la calle Mosqueto, frente al 683. Pasaba al cuarto del fondo, me asomaba por la ventana, y veía asomarse la calle de atrás, enmarcada por un bloque de concreto tiznado con partículas de polvo y smog acumulado a lo largo del tiempo.

Afuera llovía y los cactus disfrutaban esa hidratación contra natura. El vecino misterioso me observaba y solo alzaba una ceja, guiño sufuciente para notar que me había reconocido y que me daba nuevamente la bienvenida a ese lugar que hace más de un año habitaba.

No lo podía creer. De nuevo ahí, Damián como siempre habituado y las pifias como siempre acrecentadas. Todo el esfuerzo había sido en vano. Los azulejos se habían desprendido, la pintura roja se había englobado hasta descascararse y dejar aparecer el antiguo color grisáceo estampado con huellas de antiguos moradores felinos deprimidos.

El agua de la ducha helada y acumulativa durante la acción del baño, hasta llegar a las rodillas mientras flotaba la pintura suelta con la que alguna vez había reesmaltado la tina.

El suelo de parquet con más piezas faltantes que una sonrisa tapada por pudor con una mano. Las goteras más permanentes que el llanto de un arrepentido, y el vapor perenne, como la inmundicia de ese lugar terrorífico.

La soledad esta vez la prefiero. Me sumo en el silencio, tomo un lápiz y un papel y dibujo una línea corta del tiempo. Antes de llegar al extramo, deberé tener la estrategia para salir de ese lugar como tantas veces lo hice, pero esta vez definitivamente.