"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

miércoles, abril 19, 2006

Corazon pensante

Como que últimamente me falta otra cabeza y me sobra un corazón.
La naturaleza es sabia, y mi corazón solito se ha ido transformando en sesos sin decírmelo.

Ahora pienso por dos, hasta que el corazón se decida a volver a su original función.

lunes, abril 17, 2006

Psychos

Hace siete días ha aparecido un oligopsycho. Uno que espía desde la cuadra de enfrente, desde un piso tan alto como el mío y que me ve levantarme desnuda a preparar mi café en esta suerte de cocina americana que no deja nada para el resguardo, así como tampoco yo para la imaginación, cuando en los perímetros de mi hogar unifamiliar reina el calor en las mañanas de verano.

Desde hace una semana sé que un tal Fabián me espía, y justo desde entonces ha hecho frío y he dormido con pijama. Hace dos, tengo cortinas nuevas, que se ven mejor cerradas que abiertas, a diferencia de las antiguas, que sólo decoraban como un par de piernas las gasas. Tal vez por eso, él ha extrañado la estival rutina.

Desde hace una semana, cada día cuando llego, suena mi teléfono y es él, pero casualmente no lo he escuchado, acumulando llamadas perdidas del Psycho, cuyo numero almaceno justamente para no contestarlo, desde el día en que me lo envió misteriosamente en una cajita de DVD hueca que indicaba sus datos, romanticismo y algunas falacias.

Por darle una oportunidad a las cosas lindas que pueden ocurrir en la vida, me reuní con un sicótico enamorado desde hace tres meses y a distancia. Dijo amar mi rutina, mis sillones, mis platos, mis zapatos, el lunar en mi espalda y mis toallas de ducha.

Tres meses planeó mentir, pero frente a la oportunidad de hablarme, en tan sólo un segundo se vio traicionado por el hervor a presión de las pasiones que sólo le hizo escupir la verdad y decir que en realidad me amaba, pero sin ropa.

A distancia con su catalejo, ha de rozar mi piel mientras se esconde a oscuras y observa en silencio. Y aunque esto podría resultarme excitante, o al contrario repugnante, prefiero dejar todo en manos de la frialdad del invierno que podrá por sí sola escarchar este entuerto.