Azótame
Una anciana miraba una radio de última generación, pero pequeña, exhibida en la góndola de un megamercado y decía: "Pensar que ahora vale la mitad de lo que me costó a mí en navidad. Pero en fin, dicen que así el la ley de la oferta y la demanda. Y no me arrepiento de haberla comprado, porque necesitaba mucho una nueva".
Su nieta le preguntó por qué había comprado otra, dado que ya tenía tres radios en su casa.
- "Sólo tengo una en el living, una en el dormitorio, y otra en la cocina, pero esta última sólo funcionaba cuando la golpeaba así..."
Y la viejecita comenzo a azotar a palmazos la cubierta frontal del aparato, mostrando la técnica que empleaba para poder sintonizar las frecuencias que prefería.
- "Cuando le pegaba, se sintonizaba. ¡Y diantres! Ya estaba choreá de tener que hacer eso."
Mientras me alejaba con el carro hacia las verduras, buscaba la explicación acerca de cómo la señora había decidio emplear el azote como acción solucionadora, y así fue como me remonté en mi memoria a los aparatos tecnológicos antiguos, donde predominaba lo mecánico por sobre lo digital. De hecho, los primeros electrodomésticos de esa señora, sin duda fueron de tubos, agujas, teclas mecánicas, materiales pesados y gran volumen. Y claro, ella había aprendido a lidiar con eso a su manera, y hoy en día, un equipo de música comandado apenas con la electricidad de nuestro cuerpo transmitida por la yema de un dedo, sufre los azotes de antaño, pese a su nueva naturaleza artificial y frágil apariencia.
Esos palmazos se generaron en algún instante en que a la radio se le fue la onda, igual que a ella. Quedaron las dos ahi, en la cocina, entre el vapor de las papas cocidas, el chicharreo radial, la demencia pseudo Alzheimer, y el asombro de Rudolf Hertz, sentado en un bergere en la dimensión de las ondas desconocidas.
Imagino el proceso mental de la anciana esa primera vez: Ella se acercó al aparato y movió el dial, pero nunca logró sintonizar. Luego recordó los azotes que le daba a la radiooelectrola, y procedió de igual manera, a punta de charchazos, dando inicio a lo que seria el "leiv motiv" de su relación con el transmisor.
Y así, durante meses, las constantes golpizas demacraban cada día más a esta cosa que inocentemente se encontró pagando por antiguas fallas técnicas que desconocía y recibiendo remedios caseros en blanco y negro.
De lo FM a lo AM, de lo nuevo a lo machucado y de ahí a la basura, y hasta que la nueva joyita de apariencia y operación minimalista del palacio del retail, pase de ser tratada como princesa a experimentar lo mismo que sus predecesoras del 1900 ante el primer exabrupto o chicharra. Una bomba de tiempo mientras viva la anciana.