jueves, junio 29, 2006
jueves, junio 01, 2006
Oligoatáricos Conductores
Iba tranquilamente conduciendo mi citrola por la avenida Apoquindo, en dirección al poniente, cuando fui raudamente adelantada por un furioso conductor que regía su vehículo sólo por movimientos ortogonales bruscos, maniobrando de derecha a izquierda y viceversa, mientras esquivaba todo obstáculo en su camino a modo de slalom con el ceño fruncido, y el codo izquierdo apoyado en la ventana.
Era hora de taco y me lo topaba en cada semáforo, por lo cual era claro que su estilo conductivo era bastante ineficiente, si es que lo que pretendía dicho hombre era avanzar más rápido que el resto.
Esa manera de maniobrar, tan "cuadrada", torpe y esquemática, dando cambios de rumbo siempre en noventa grados -como la Torre en un tablero de ajedrez - me evocó algo que tardé una cuadra más en dilucidar: La precariedad gráfica del Atari de los ochenta, con pixeles gigantes, dieciséis super explotados colores, y una tosca movilidad de los personajes de sus juegos, que aunque más gráciles que el Pong, apenas lograban ser dominados por un joystick o las cuatro teclas de flechas para indicar direcciones sólo arriba, abajo, izquierda o derecha.
Ni pensar en trazar una curva o una diagonal. Ese conductor de Avenida Apoquindo era un tipo "Generación Atari": De unos treinta y cinco años y seguramente asiduo a los Diana o a los flippers del Apumanque, hoy se desplaza por las autopistas convencido de haber atravesado la pantalla para sentarse en el asiento del más avezado piloto del Rally Speedway, ese al que antes sólo accedía enchufando la consola del videojuego a un televisor. No debo dejar de mencionar, que dicho rally se operaba virtualmente y en vista de "planta", y que los escasos colores, los elementos gráficos pobres, los sónidos de calidad menos que midi y las pantallas de fondo fijas, eran suficientes para transmitir al usuario un sinnúmero de sensaciones de dinamismo emocionantes y adictivas. Hoy en día, esa capacidad imaginativa antigua, parece en ciertos casos prevalecer por sobre la de observar la realidad urbana, en el caso de estos conductores.
Si reducimos todos elementos viales actuales a pixeles de Atari, obtenemos un escenario imaginario simplificado donde sin duda, el correr a destajo es lo único posible. Si además evocamos el joystick de función ortogonal cada vez que utilizamos un volante y creemos que el acelerador es el botón rojo o la barra espaciadora, obtendremos esos mismos movimientos oligocuadriculados como recurso para cambiar de pista y adelantar a los "competidores" en esta carrera urbana.
El conductor Oligoatárico, es un personaje claramente identificable. Cree que tiene tres vidas y que por cada vieja atropellada gana 50 puntos. Seguramente cree haberse "dado vuelta" el juego ya numerosas veces, lo que lo hace un ser supremo y experto, con nuevas vidas ganadas, acumuladas y guardadas en la parte de abajo de la pantalla o parabrisa, ahí justo a la izquierda y con forma de autito bien cuadrado. Maneja hipnotizado y no se da cuenta de que en Santiago, todavía nadie sabe donde está la meta.