Representarse en la propia identidad por un lado, y forzar la apariencia por otro, tienen algo que ver con la mayonesa.
La que se compra hecha, sabe a artificial, a cítrico forzado y a emulsión computarizada, al mismo tiempo que caduca, o simplemente se acaba y hay que comprar otra hasta que nuevamente se agote.
Ser distinto cada vez sin dejar de ser el mismo, es lo más parecido a preferir el goteo de aceite batido sobre la yema de huevo, a punta de experiencia, chascarro y fluídos corporales de distintas glándulas.
La receta práctica, el molde, el pret-a-porter, el retail y la tarjeta Presto, son los canales para perfilarse a corto plazo como una Hellman's circundada por el perímetro de su envase.
Aprender a ser desde el alma, vivir como sibarita multisensorial e intelectual, es la receta eterna que depende del pulso y los trucos de cada uno. Una vez que se le toma el ritmo, no hay vuelta atrás y cada vez va quedando más sabrosa. Para que decir cuando la destreza permite olvidarse de la técnica e irse en la volada y agregarle merkén sin descuidar el sabihondo revoltijo.
Entre las dos, me quedo con la mayonesa casera y mi amor gitano.