Mi vida ha tomado un curso muy complicado. Nunca imaginé que una vez que me graduara de la academia, el sacrificio sería tanto. El nivel del medio es extremadamente competitivo y no siempre la pasamos bien.
He pasado por todo, pero ni el miedo ni la angustia, han sido capaces de llevarme al arrepentimiento. Siempre dije que mi decisión la mantendría hasta el final y dada mi constancia, ahora se me ha abierto una nueva oportunidad.
Hace unas semanas estaba con unas amigas en un Club Nocturno en Vitacura, ese que se llena de extranjeros que llegan en taxis y donde los más contentos son los taxistas que ganan como catorce lucas de comisión.
La noche estaba igual que siempre. La Pamela y la Cony conocieron a un par de orientales y yo me quedé sola bebiendo un jugo en la barra. Al poco rato, se me acercó un tipo muy serio que vestía chaleco de rombos, pantalones Dockers, y una camisa seguramente Polo. Me invitó un trago y eso significó acompañarlo al livingcito que estaba al fondo, al lado de la tarima nueva.
Ahí estaban sus cuatro amigos tomando Jack Daniels. Me los presentó cortésmente y, al tiempo que murmuraban, me analizaban de pies a cabeza deteniéndose en cada detalle, principalmente en mi abultado y natural busto.
- “Siéntate con nosotros”- me dijeron.
Accedí y comenzaron las preguntas. Les hablé de mi hijo, de mi madre a quien mantengo y de ese gran amor que nunca más vi. Les conté que vivía en La Florida y que el pique en micro era eterno hasta el local. Comenté también algo de la Academia y de mi título de FinePros, asunto nuevo para ellos, y se entabló una amena conversación con risas, tragos, coqueteo y c0mplicidad.
El más discreto de todos, ese mismo que me había ido a buscar a la barra, me dijo:
- “Te queremos proponer un negocio”
Algo incrédula, me quedé escuchando y aunque parecía extraño, no había nada de malo en ello y mi calidad de vida sin duda mejoraría.
Estos cinco amigos, compañeros de colegio de toda la vida y ahora empresarios, me contrataron con exclusividad pentagonal. Es decir, debería trabajar sólo para ellos y con la máxima discreción posible. Jamás se me podría volver a ver en público en un lugar como ése y todo sería puertas adentro en un departamento arrendado exclusivamente para mí.
Escogí un buen barrio, cercano a sus casas y trabajos; me entregaron un celular plateado con tapita y tarjeta; y me ofrecieron un sueldo que me deja más que tranquila. Lo mejor: Ya no tendré que andar más en micro. Uno de ellos tiene negocios automotrices y no sé cual habrá sido el arreglo, pero ahora tengo un Yaris Sport, que aunque es del 2004, está impecable. Con aire, CD y todo.
A la semana ya estaba instalada en un piso 12, con vista a la cordillera, dormitorio en suite y gran terraza. Lo primero que hice, fue ir a Niño&Ideas a comprarle una cama nueva a mi negrito, y unas sábanas con cojines de dinosaurios. Después de eso, llevé a mi mamá a la peluquería y partí a buscar a mis amigas para ir al Mall de la Dehesa. Es que en auto es otra cosa…
Las semanas han pasado tan rápido... Junto con atender a mis cinco mecenas, he tenido que decorar la casa, ir de compras, pagar deudas y llevarle remedios a mi madre.
Mañana quiero ir al zoológico, pero bien temprano, porque a la hora de almuerzo del jueves me toca la visita de Don Ignacio y no puedo atrasarme.
Por fin estoy contratada, y no importa que sea de palabra, estos tipos de colegio católico son de confiar. No sé cuanto durará este trabajo, pero al menos me pagan las imposiciones y puedo ahorrar. Si total $200.000 mensuales para cada uno de ellos no es nada. Incluso les sale más barato que el local, pasa harto más piola y están muy satisfechos.
Gracias a mi esfuerzo obtuve esta inimaginada recompensa. Y aunque tengo la agenda copada, queda tiempo para mí mientras no me enamore de ninguno de estos adorables hombres que jamás dejarían a sus mujeres opus, pese a que me han contado los horrores de la cama. Que nunca se me olvide eso.