"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

miércoles, agosto 31, 2005

Oligovolcanes

He podido ver por primera vez en mi vida, el Lago Llanquihue así, como un escenario completamente azul, en el cual, tres protagonistas se erguían como fieles escoltas que cuidaban mis pasos, a través de cada ventana.

Los volcanes Osorno, Puntiagudo y Calbuco permanecieron nítidos y se reflejaron en esa agua espejular, intactos desde el amanecer.

En la noche los vendí a luca y me los llevé como fichas a un casino, donde se multiplicaron 15 veces y hoy me dijeron adiós a través de la ventana.

sábado, agosto 27, 2005

Koni Vinilo

Soy como un vinilo viejo, donde cada zurco extra me hace quedar pegada...pegada...pegada...

Ahora "De Canto en Canto" me ha hecho un zurco, y estoy pegada en esta nueva oligofascinación....

Oligocorazon

Mi corazon es como esa gran manzana, lleno de calles sin nombre, con una estresada monotonía de dia y destellantes luces de noche.

Las calles sin sombre, mis sentimientos sin nombre, un innombrable.

Mi repentino ataque de llanto, en una intersección de calles anónimas. Sólo al estar ahi y encontrarme con él, puedo darme cuenta de que esa es la esquina de la calle amor con la calle odio.

A mi manzana le han arrebatado una gran parte de un mordisco, y escurren de ella jugosas lágrimas tambien sin nombre.

martes, agosto 23, 2005

Dicotomía Oligoesquizofrénica

Consuelo no la conoció, pero sin duda habrían tenido mucho en común si su gemela hubiera nacido. Tal vez dos eran demasiado para una casa tan pequeña, el frasco de Meleril no habría alcanzado a durar una semana, ni el pote de manjar un día.

Tal vez ella trabajaría en una empresa biotecnológica y su hermana en la barra de un Bar, o vice-versa.

Una vestiría de traje y la otra de encaje. La primera tomaría discretamente caipirinha de sake y la segunda perdería la cabeza, sumergida en una botella de ron día tras día.

Nunca sabrá si el delirio por la noche es propio o prestado, o si lo suyo es madrugar y dilucidar la realidad atentamente. Por el contrario, a veces le parece más auténtico el rol de enajenada, el cual integra haciéndolo muy propio y -con la luz apagada y la mente turbada- prefiere hacer oídos sordos. Una dicotomía que habita en ella esquizofrénicamente.

Consuelo está como impresa en cuatricromía, tiene tiro y retiro, pero no es doble faz.
Sus barnices tienen reserva y, todo eso, por un lado la hace brillar, pero por otro, revela las grasosas huellas dactilares de quienes han intentado leerla y ahora la guardan en algún baúl de recuerdos.

lunes, agosto 22, 2005

Latas vacías


Mientras más nudos zurcaba por el océano y más pasaban los días, más lejano estaba el molo del que zarpé.

Mientras avanzaba, aumentaban las alternativas de destino y ya la próxima playa no resultaba tan atractiva como antes , y ahora la próxima escala ta vez sea esa isla, que a "tan sólo" mil kilómetros hacia el norte se dibuja nimia en un mapa raído por el salado viento.

Divisé el trozo de tierra y pude observar su atmósfera y adivinar el tiempo. Todo indicaba que habría tormenta, sin embargo, eso no era impedimento para mí. Y mi problema es ese: ¿Qué es un impedimento?

Como era de esperarse, mi barca se remeció entre truenos y fue azotada intensamente por la lluvia. Más tarde, salió el sol y continué mi camino con una tormenta más en el cuerpo.

Con el paso de los años, mi barca se ha ido simplificando. Ahora más bien parece una balsa. El equipaje se ha reducido notoriamente y voy cada vez más liviana. Ya he botado todos los tarros de conservas vacías y he aprendido a sobrevivir por mis medios sin abrelatas. He cambiado el peso de mi mochila por el de mis músculos. Avanzo más rápido, me caigo más fuerte, camino más certera y me dirijo a un lugar sin fronteras y sin nombre, donde no sé quienes estarán. De seguro serán personas de una raza distinta a las que abandoné en el puerto hace 7 años atrás, y según dicen las pistas, hablan una lengua que es la mezcla de todas las que he ido aprendiendo.

Oligobesos

Anoche no sé si dormía, pero creo haber soñado que me besaba.

Me besaba por largas horas y, sumida en una vigilia romántica, me entregaba a los brazos de ese loco que me trae loca.

A tres horas del amanecer, dos se las regalé a la luna y una la soñé para mí.

Con luz del alba, el pelo mojado y huellas de una lluvia, comenzó este mágico día, en el que cada bostezo ha quedado guardado en una caja, para devolvértelo como un beso.

martes, agosto 16, 2005

Putrida Impronta

Cuando se supone que el Demonio de Tasmania está erradicado de mi mente y de mi alma y ya no me queda más que un sentimiento lastimero hacia lo que fue, reaparecen con ímpetu y resonancia los estertores de la violencia contenida entre los pilares de ese loft.

Una conocida, ahora vive en el que era contiguo al nuestro en calle Esperanza. Ha conocido a los vecinos y ellos le han ayudado a decidirse por ese como el lugar adecuado para arrendar, en vez del mío claro, pues ése -el "101"- tenía "pésimas vibras", según todos los coetáneos a mi período de vecindad en el lugar.

Me he enterado de lo sabido y conocido en el barrio que es aquel episodio en que finalmente él la agredió violentamente y ella a él en defensa propia. Y de lo famosas que fueron las delirantes noches de alcohol y música a descontrolados decibeles. Nunca lo supe. Estaba muy ciega para notarlo y el llanto era muy fuerte como para escuchar lo que otros escuchaban.

Eran conocidos sus orgasmos, sus gritos y descalificaciones, las maletas y el rugido de la moto. Se percibía por todos la pútrida energía que emanaba de ese lugar, mientras se escuchaba aullar a un gato encerrado en un patio bajo la lluvia.

Nadie quiere vivir ahí. Nadie quiere para otro la impronta que ahí quedó. Yo ya lo había olvidado, pero nunca se sabe cuando llega un forward de alguna leyenda que en el fondo sacude el alma.

Konnie Walker

Me quedé sola caminando esa tarde por las calles inexploradas de Knightbridge. Hablaba con mi amigo del alma por teléfono y al cortar, me encontré tomando un café en la calle con Falcon, el dueño del sofisticado restaurant pakistaní que estaba a la vuelta de la esquina. Acordamos una cita más tarde, pero en realidad no me interesaba. Sólo quería ser amable.

En mi camino exploratorio interactué con un japonés lentes poto de botella, que reía mientras leía comics por mí ilegibles.

De pronto estaba nuevamente en King’s Cross Station, ese lugar que tan solo algunas semanas antes captó la atención del mundo entero y ahora se presentaba con cara digna como si nada hubiera pasado.

Esperando el bus de regreso, un griego buena onda me pregunta si soy de egipto y el vendedor francés del Sex Shop de Picadilly Circus dice que no me preocupe, que sin duda soy italiana, no egipcia y que debo llevarme la sensación del momento.

La lluvia intensa, mi capa transparente, mi pelo mojado, el sol brillando un segundo después del último trueno. El taxista amigo que me lleva al lugar más sórdido de Picadilly, mi caminata en el barrio chino y mi insulto al vendedor del almacén:

- “Oh! So you are from Chile!!! Are you so hot as chilis are?”
- “No, I am as the hottest chilli in the world: Motherfucker!”
- Refiriéndome al "putamadre".

Llego al ZOO, un bar sórdido y atochado por los especímenes más liberados y surtidos. Me aborda un un inglés solitario. Luego mi sombrero verde es protagonista y mi acento es ahora “afrancesado” para un holandés volador que quiere llevarme por ruta a Hawai y Grecia a bordo de su cosmonave.

Más tarde, regreso al hotel de alta categoría, donde mujeres vestidas con Ghurkas y el banco de Dubai son mis vecinos.

El amanecer londinense en mi ventana, la Torre de Londres, la búsqueda de una Moloskine, el vodka en el bar de un quinto piso, el chocolate de un griego, mi abrigo negro, Heathrow, un Marlboro, un beso y un hasta pronto.