"Estoy cansada" - le dije. Pero ella miraba con los ojos blancos buscando la respuesta como quien intenta mirarse la nuca por dentro. "Estoy muy cansada" - insistí. Y la respuesta ella la tenía en la punta de la lengua, pero aún no podía verbalizarla. - "Estoy agobiada. ¿Qué me pasa?" - Volví a preguntar. - "Te hacen falta Oligoelementos".

viernes, octubre 28, 2005

Oligosueño


Eran las cuatro de la mañana y los carabineros estaban en mi departamento, tomándome una declaración. Me preguntaban cómo eran, cuántos, en qué auto andaban, a qué hora había sido, cuál era la patente y por qué no los había llamado en el acto.

Mi respuesta ante todo era la misma: "Pensé que estaba soñando".

La policía incrédula tomaba mis datos, mientras me acomodaba el enmarañado pelo como tratando de reordenar los recuerdos.

Mientras mi actividad onírica mantenía su acostumbrada intensidad, a eso de las tres de la mañana visualicé como la cortina de fierro del almacén de la esquina era desbaratada por el auto de un grupo de secuaces. Al sentir el estruendor de esa acción y escuchar el fuerte murmullo "vamo! vamo! vamo! vamo!", seguido de un portazo de auto y una pelada de forro, me levanté y corrí hasta a la ventana para sorprender a los malhechores.

Claramente, y sin mis antejos, pude no ver los rostros, ni las patentes, ni lo sucedido. Volví a mi cama hasta despertar nuevamente y encontrarme con los carabineros en el living de mi casa.

Había despertado por segunda vez, al escuchar intensos lamentos y un "¡Puta los weones reconchesumadre!". De espalda y sin moverme, abrí los ojos, miré el techo y recordé lo que había soñado. El error fue que no había sido un sueño, sino la verdad del hecho del que fui único testigo. "En el país de los ciegos el tuerto es rey", y en el país de los dormidos, lo somos los sonámbulos.

Me asomé por la ventana y estaban en la calle una radiopatrulla, una cuca, el dueño del local, don Luchito, el loco chico, el estacionador chanta, la vieja copuchenta y yo, asomada desde el tercer piso.

Al escuchar desde arriba que nadie tenía claridad alguna y sólo especulaban, murmuré un tímido "yo los ví", lo que bastó para que pareciera un estruendo amplificado que produjo silencio y luego conmoción. Yo era la pieza clave para aclarar el entuerto. Todos subieron. Conserje incluido.

- "Mmm... bueno, eran como 8..."
- "Ocho weones maricones! Si estos weones no andan de a pocos los chuchesumadre. ¿Y andaban a pie?"
- "No. En auto... En dos autos..."
- "Shuuuuuu...... Y la patente? Flaca la patenteee!"
- "No si no la pude ver. De acá arriba no se cachaba porque estaban estacionados a la vuelta"
- "Y por qué no llamaste a los pacos?"
- "Porque pensé que estaba soñando..."

Y claro, soñé con la derribada de la puerta a tracción con uno de los autos, pude imaginar el robo de la caja de fierro con el dinero, el robo de la máquina registradora y de las botellas de cerveza; pero no lo vi.

Vi a los tipos subiendo a sus autos y partiendo a toda velocidad por Huerfanos hacia Chacabuco. Un V16 blanco y otro burdeo, con aproximadamente cuatro tipos adentro de cada uno. Eso sí era real. Y curiosamente, lo soñado también.

Desde mi ventana no pude ver los daños, ni a nadie en la calle después que partieron los dos autos . Tampoco escuché ni un sonido más.

Mi negligencia: haberme ido a acostar hasta encontrarme dando declaraciones truchas e inservibles.

Mi lección: Al parecer, la vida sí es sueño...

jueves, octubre 27, 2005

Oligopreocupacion

Cuando el aparato mandibular, ese que alberga a la dentadura, cumple 25 años de funciones, es cuando comienzan los problemas.

Éstos, se acrecentan si la higiene dental no ha sido la óptima, o bien, no ha sido eficiente aunque haya habido continuo pero infructífero esmero de parte del propietario.

En el baño del Liguria, fui testigo por primera vez, de este natural hecho femenino que, si nos abstraemos de su cotidianeidad, nos puede otorgar un impacto escalofriante.

Una mujer de una edad que se emplazaba entre los 25 y 27 años, estaba buscando nerviosamente monedas en su cartera, para poder adquirir el detergente reconstructivo en la máquina del toilette. Como no encontraba ninguna, le di los $100 que necesitaba y así pudo obtener el último sachet Colgate que quedaba, el cual vació sobre esa escobilla que todas andan trayendo en su cartera a cierta edad, a modo de precaución.

Nunca se sabe cuando ni donde puede ocurrir. A ella, como a muchas otras, le ocurrió en un momento inesperado, probablemente al tratar de partir la cáscara de un maní liguriano con los dientes.

Cuando le pasé la moneda, le pregunté si podía ayudarla. Me miró con la boca cerrada y el mentón arrugado, no pronunció palabra y sólo miró - con ojos vidriosos- la fracturada placa que se desmoronaba entre sus dedos.

Comenzó a escobillar con fruición las ruinas de las que fueron sus osamentas bucales, tratando de remover la capa de sarro que había enmohecido su dentadura hasta desmoronarla.

Me alejé medio metro del lavatorio y entré a la puertita donde está el WC para no intimidarla. Pero, así como investigaba las toallas higiénicas antes de que llegara mi hora menstrual cuando era púber, ahora me encontraba espiando este momento que me hacía sentir un extraño pudor y un pánico que sólo soportaba por mi convicción de deber estar preparada para enfrentarlo algún día.

Se notaba que hace unos días ella ya había perdido un par de piezas dentales. Sin embargo, irresponsablemente dejó que la sangre se aposara en las cavidades bucales, lo que explica la formación de una telita muy parecida a la tripa que contiene a una prieta, la cual se adhirió alrededor de los dientes que aún le quedaban.

Por más que escobillaba la tela para removerla, sólo lograba sacarla poco a poco, acumulando trozos en el ojete del lavabo, bajo el chorro del agua que se acumulaba y acumulaba formando una espuma en contacto con la pasta.

Su desesperación por volver a dejar la placa limpia, poder armar todas las piezas, reinstalarla en su mandíbula y volver a la mesa con su amigo, la tenían temblorosa. Eso explica su torpeza cuando, en un acelerar la acción, parte de la placa se pulveriza yéndose por la cañería junto con la pila de reloj que hace funcionar la placa. Ahora necesitaría $500 más para comprar una nueva en la máquina, la misma que expende sachets de perfumes, tampones y preservativos.

La mujer estuvo alrededor de veinte minutos llevando a cabo esta exógena cirugía. Cuando ya estaba lista, miró la placa, le agregó un poco más del detergente en base a bicarbonato de sodio y zinilicatiniticato, especial para este tipo de accidentes. La enjuagó, la introdujo en su boca haciéndola calzar con una mordida intensa y dolorosa. Atornilló la pieza que guardaba en su bolsillo -la misma que había causado la última hemorragia-, le pasé $500, reemplazó la pila, se metió un chicle de menta a la boca, se puso labial rojo y bajó corriendo los escalones justo en el momento en que Don Pedro le había llevado el pisco sour a la mesa.

Ya no quedaban más sachetes y en el bar, la administración hizo urgentemente un pedido.

lunes, octubre 24, 2005

Transamigos

Mi amiga lindos ojos, sonrisa perfecta, pelito corto, pinsha-discos, creativa, bloggera y yo, en un nominar a amigos, obtuvimos transformistas, transexuales, transantiagos, transmisores, transportadores, transgénicos, transadores, trastornados, trastocados, transplantados, transilvánicos, transitados, transfigurados, trabajadores, tránsfugas, tranquilizanteadictos, transcurridos, transferidos, transigentes, transpirados, traseros, trasnochados, traspasados, traviesos, trajinados, traicionados, traficantes y transitorios... Hasta ahí todo normal...

viernes, octubre 21, 2005

Puf!

Si algo diáfano, cristalino, inmaculado, albo, nítido y luminoso, reluce frente a nuestros ojos, estamos frente a algo paradigmáticamente limpio.

Si invertimos el escenario y quitamos luz, agregamos opacidad, elementos negruzcos y rugosos, lo más probable es que nuestra apreciación sea la de estar observando algo sucio.

¿Por qué todo lo que se ve sucio indica que algo va mal? ¿Por qué todo lo que aparentemente está mal es sucio?

¿La limpieza y la suciedad tienen que ver con el color? Mientras más blanco, ¿es más limpio?

¿Por qué un zambo no puede ser más higiénico que una albina? ¿Por qué una mota de algodón con talco es limpia y otra con barro es sucia? ¿Por qué un zambo no puede ser albino?

Ejemplos
La concentración de la suciedad urbana es la alcantarilla, ya que acarrea desechos orgánicos de nuestro metabolismo. ¿Nuestro metabolismo, es sucio?

Si descomponemos dichos desechos, en las heces tenemos agua, grasas y fibra, pero la fibra la compramos en cajas de cereales con mujeres muy "higiénicas" fotografiadas en su envase, sin otro objetivo que el de excretar el contenido de éste y de nuestro estómago, todo previa e "higiénicamente" ingerido.

Las alcantarillas además transportan orina, constituida por minerales y oligoelementos obtenidos luego de una estéril depuración en un par de órganos también estériles, mezclados con agua y ácidos no sucios. Por lo tanto, ¿son las excretas sucias?

Tal vez no, pero existe una carga bacteriana que acompaña a todo lo limpio que he mencionado y que se constituye en Embajadora de la Suciedad.

¿Son las bacterias sucias, si se trata de seres vivos que se alimentan microscópicamente y que podemos descomponer rápidamente a niveles también microscópicos obteniendo sólo signos (+) y (-) ?

Pero las bacterias pueden causar enfermedades...

Si las enfermedades son estados alterados, ¿son las enfermedades sucias? ¿Son las bacterias sucias? ¿Lo aparentemente sucio, es sucio?

¿La suciedad es un tema aparente o real? ¿Algo sucio de aspecto, puede ser realmente sucio?

La albina higienizada también puede causarle daño a alguien. ¿Eso es suciedad?.
¿El daño es sucio u obedece a cuestiones morales?
¿Las bacterias pueden ser moralmente cuestionables?

Tal vez el tema no sea la suciedad sino la inmunología.


-----------------------------------------------


Sucio (Real Academia Española de la Lengua)
Del latín, latino o latina succĭdus, jugoso, mugriento.
adjetivo: Que tiene manchas o impurezas.
adjetivo: Que se ensucia fácilmente.
adjetivo: Que produce suciedad. Ese perro es muy sucio.
adjetivo: Deshonesto u obsceno en acciones o palabras.
adjetivo: Dicho de un color: Confuso y turbio.
adjetivo: daño, infección, imperfección o impureza. Lazareto sucio. Viento sucio. Labor sucia.
adjetivo: Contrario a la legalidad o a la ética. Trabajo, negocio sucio. Guerra sucia.
adverbio de modo: Dicho de practicar algunos juegos: Sin la debida observancia de sus reglas y leyes propias.

martes, octubre 18, 2005

Oligoresucitación

Para recuperar la vida, debí viajar instantáneamente al medio oriente, en busca de la cepa madre de la fiebre aviar que logró matarme. Necesitaba inocularme una dosis de antídoto.

Entré a indagar a un laboratorio clandestino, en la Organización Sanitaria del Sur de Israel, y mientras buscaba, casi fui sorprendida por una comitiva norteamericana que entró intempestivamente.

Rápidamente cogí un delantal blanco, una mascarilla y un tubo de ensayo para encubrir mi identidad y no ser aniquilada. En eso, mis ojos hacieron contacto directo con George Bush. El tarado ése, parecía más inteligente que lo acostumbrado, y con una mirada clavada en mis ojos y mientras sus pupilas titilaban de excitación, me dijo: "Terminaremos con la fiebre aviar. Mañana, bombardearemos Israel del Norte y terminaremos con la expansión del virus, las gallinas enfermas y esa gente".

En realidad ese no era un laboratorio bacteriológico como yo pensaba, era una fábrica de armamentos de última tecnología, y que pertenecía al Gobierno de Estados Unidos.

Inoportunamente, apareció mi hermana, hablando un chileno también inoportuno y preguntando cosas inoportunas con voz muy aguda. Logré camuflarla y llevármela del brazo a la fuerza.

Unos conocidos nos llevaron de ahí hasta un lugar lleno de gente: jóvenes, niños, adultos, ancianos. Todos reunidos a la hora de almuerzo en un parque que ofrecía todo tipo de comidas: Channukah, Cholent, Hamantashen, Latkes, Purim, Shabbat, Sufganiyot y Sukkoh, entre otros. Sin duda, la versión israelita del Parque O'Higgins.

Escogí una mesa que tenía un brasero encima. Senté a mi hermana a mi lado y le dije que jamás repitiera donde habíamos estado antes. El rumor de nuestra visita se había desparramado y nos estaban buscando.

Al lugar, llegaron dos tipos muy agresivos vestidos de blanco, y a un comensal de la mesa del lado, lo tomaron por la fuerza y le enterraron un cuchillo en la cabeza hiriéndolo mortalmente y dejándolo tendido en el suelo. Enjugaron la sangre con una servilleta de género y luego la lanzaron sobre el brasero que estaba sobre nuestra mesa. La tela se quemó y junto con ella la sangre, liberando un olor a asado dieciochero, el mismo que abriría el apetito a cualquiera, pero que significó los minutos más largos de mi vida mientras trataba de no inhalar ese humo de sangre humana carbonizada.

Decidí salir de ahí y me dirigí al baño antes de emprender la larga caminata lejos de los bombardeos. No sé a qué le temía si ya estaba muerta.

Mientras la persona del baño del lado se duchaba, yo intentaba orinar sin dejar que mi hermana se marchara. Tenía que estar donde mis ojos las vieran pues temía de ella, de su lengua y desatino.

Corrimos al estacionamiento para subirnos a la camioneta que nos había llevado hasta ahí. Sus ocupantes nos ignoraron, pero en señal de complicidad nos dieron mil shekalim, dinero suficiente como para pasar la frontera.

Mientras caminábamos, comenzó a temblar. Mi hermana corrió despavorida internándose en una casa para protegerse de los bombardeos. Pero no se trataba de eso, sino de montones de camiones llenos de soldados armados que invadían las calles.

Entré a esa casa, y sólo había luz al fondo: una tenue vela junto a la cama donde una anciana estaba recostada con una gallina. La hija de ella la cuidaba, le daba agua de tanto en canto y le cantaba canciones de cuna.

Mi hermana estaba ahí. Mirando fijamente a la gallina que se cagó tres veces sobre las sábanas.

La anciana en perfecto español dijo: "Esto significa el fin. Es la señal de la aniquilación. Esta gallina va a morir al igual que yo y todos nosotros".

Mi hermana estalló en llanto y confesó todo lo que sabía. No me quedó más remedio ni más paciencia que huir. Corrí a la calle, entre los camiones y la gente, trepándome por un ventanal hasta saltar la plataforma móvil del segundo piso de un restaurant chino. Las promotoras jugaban al balancín y reían acompasadamente. De pronto, la plataforma bajó, deslizándose hasta el primer nivel, donde no pude soportar más el esfuerzo que hacía con mis brazos para sostenerme, y luego caí inminentemente al verdadero laboratorio bacteriológico en el subterráneo del restaurant.

El químico del lugar me miró y sin preguntar, me inoculó el antídoto con una pistola automática. No hubo dolor y en un segundo, volví a la vida.

lunes, octubre 17, 2005

Extra - Extra - Extra


La fiebre aviar contaminó irreparablemente las plumas de Konitukío, quien debió ser derivada de urgencia a la Unidad de Tratamientos Intensivos del Hospital Salvador esta mañana.

Esta violenta dolencia, afecta a humanos, aves y pesonajes emplumados tanto del medio oriente como de nuestro país.
Se piensa que Konitukío sufrió el contagio en China.

Según informaron fuentes altamente calificadas, al llegar al centro de urgencias, Konitukío fue desplumada para detener la infección y en reemplazo de sus plumas, la vistieron con una bata verde y manga corta, con la que fue ingresada a pabellón.

En ese lugar, fue intervenida quirúrgicamente y se procedió al trasplante de un pulmón. Durante todo el tiempo, se le proporcionó oxígeno y se le indujo la respiración con ventilador mecánico.

Durante la operación- que duró tres horas y en la que todo el tiempo se temió lo peor- el equipo médico luchó por mantenerla con vida. Sin embargo, a las 16.15 pm de hoy, Konitukío ha muerto.

Fiebre oligoaviar

Tui Tui ha muerto. Y KoniTukio dice Atchukío - Atchukío, desde que contrajo la Fiebre Oligoaviar, en su último viaje a China.

Tui Tui, protege a tus aliados emplumalados.

viernes, octubre 14, 2005

Melena


Hay melenas, cabelleras, caballeros, caballos y cebollas.

Si a un caballero, le agregamos un caballo con cabellera y una cebolla, obtenemos una Malena.

miércoles, octubre 12, 2005

Tui-Tui


Mi amiga no sabe que hacer para que crezca. Dice que es demasiado pequeño y que la delicadeza necesaria para vigorizarlo se ve empañada por su torpeza.

Ella pensó en el acto materno de digestión de las lombrices para luego rejurgitarlas y depositarlas en el esófago del recién nacido. Sin embargo, ¿que proporción humana está a escala de un pico tan chico y un tracto digestivo tan frágil y cerrado?

Tal vez una manga de pastelero en miniatura, donde el jamón remojado en leche convertido en una pasta digerible como baba ajamonada, pueda depositarse en el güergüero. Pero mi amiga no sabe como agarrar al pájaro para darle. Se complica y acude a un especialista que no duda en recetarle un preparado aviar para avecillas huérfanas. Es por eso que ha tasado el cuerpo del polluelo en una balanza. Pesa 5,1 gramos y lo continuará pesando para ver si crece mientras lo alimenta con dos gotas de ración alimentaria cada 3 horas utilizando para esto un anatómico y especializado gotario.

Pobre ave, me recuerda a Joaquín. Nombre ungido en honor a las aulas que rodeaban el árbol donde estaba el nido del que su madre Jilguero lo botó, en un Campus por donde recién pasaba la línea cinco del metro, con sus carros encumbrados en pilares casi tan altos como ese árbol.

Joaquín murió y la madre de Tui-Tuí también, tras increpar con valor a su hermana y resultar malherida.

Pobre Tui-Tui. Que las manos de tu nodriza sean fecundas...

jueves, octubre 06, 2005

Amor Cultural

18 de abril.

No podía aguantar más el insomnio y la indiferencia del hombre que tenía al lado. La pena y las ganas de ver a quien no he podido olvidar, me hicieron salir de la cama y vestirme con la ropa que hace 4 horas me había sacado para inútilmente irme a dormir.

Tomé las llaves del auto y partí. Él no despertó.

A medida que me alejaba de mi casa, me invadía la ansiedad por llegar a la de él, quien no sabía que yo iba en camino. Me estacioné en Lira, en la calle detrás del río, justo en la curva donde están el restaurante chino y el taller mecánico. Ahí los autos se agolpaban sin orden alguno y de manera tan estrecha, que debía hacer esfuerzos de flaqueza para pasar entre medio de ellos y avanzar hasta la vereda.

Una niña con síndrome de Down me pidió una moneda, lamentablemente yo notenía ninguna. Había salido con las manos vacías, sin celular, sin billetera, sin documentación ni nexo. La niña no perdió su alegría frente a mi negativa. Sonreía como cómplice de mi escapada y me observaba correr hasta perderme.

Por fin llegué. Encontré la puerta de su edificio entreabierta así que corrí escalera arriba hasta llegar a su departamento. Miré hacia arriba y ahí estaba, acostado en el altillo e inmerso en una paz -tan propia y profunda- que nadie de los ahí presentes podía alterar.

El ambiente estaba sobre poblado, colmado de estridencias, movimiento, música, conversaciones, humo de cigarrillo, palabras incoherentes… Pero él estaba ahí, acostado con dos mujeres cerca que lo acompañaban.

Subí a verlo. Ellas detuvieron su conversación y sonrieron al verme. Se pusieron de pie y me dijeron que pasara al fondo, donde él estaba dando la espalda a la gente y mirando al vacío, como si nada ocurriera a su alrededor. Ellas reanudaron su plática -esta vez más despacio- y yo me acerqué a su cama. La mitad estaba desocupada y con una dulce sonrisa me invitó a su lado, donde me recosté, lo abracé y lo besé dulcemente, como hacía meses no lo hacía.

Reconocí su aliento, volví a sentir su sabor. Nos abrazamos y nos quedamos así pegados en un besarse que daba paso al abrazo y éste último, al siguiente beso sin interrupción, fundiéndose finalmente en un solo gesto de comunicación y pasión.

No hablamos. Nos abrabesamos largo rato y si bien podía escuchar lo que él pensaba, sólo podía imaginar lo que sentía. Ese escuchar y ese imaginar, bastaron para colmarme de la misma paz que él proyectaba. Luego de unos minutos, hizo asomo una histérica mujer, con una copa de martini vacía en la mano, diciendo que como era posible que ese "infeliz" estuviera besando a otra que además era más vieja que su hija y recién aparecida.

La hija se refugió en la dureza de su madre y lo increpó a él, diciendo que cómo era posible, que lo de ellos algo fue y no merecía ser despreciada. El me pidió que lo disculpara un instante, se levantó y se encerró en una habitación a hablar con la madre. A la joven hija en realidad no le importaba tanto lo que ocurría. Bastó que se cruzara alguien más en su camino en ese momento y olvidó la "pérdida".

Yo no quise esperar. Preferí partir y así me fui, recorriendo un laberinto hasta la calle colmada de vehículos apretujados, dándole un caramelo a la niña y volviendo a mi casa -esta vez vacía. Y yo, repleta de las deliciosas sensaciones que -una vez más- me quitarán el sueño hasta tener que repetir la escapada.

miércoles, octubre 05, 2005

La muerte del sapito

Dejó de salir agua del sapito, pero con la última lluvia, ésta no fue necesaria ya que los limpia- parabrisas lavaban los vidrios eficientemente con la torrentosa agua que caía.

Al día siguiente, había un sol esplendoroso pero, la tierra acumulada en el parabrisas, no me dejaba ver el camino cuando conducía en dirección al poniente, justo a la hora del atardecer.

El reflejo luminoso me encandilaba y la mugre actuaba como una pantalla opaca que no daba lugar a la visión. Sabía que no tenía agua en el sapito, pero igual intenté obtener un poco presionando el botón, a ver si salía alguna última gota para despejar el odioso polvo acumulado por las faenas viales de Huechuraba.

Extrañamente, sólo obtuve aceite. Mucho aceite. Tanto fue, que el auto se detuvo cuesta arriba.
Se acercó un peatón que dijo ser mecánico, abrió la tapa del motor y examinó para ver que ocurría.

- "Su auto murió. Déjelo acá y cómprese otro", me dijo y se fue.

Yo no lo podía creer. Pero mis ojos me indicaron que la falla era mayor. Vi que el agua del sapito había inundado el tanque de aceite, y por una cosa de presión, al ir cuesta arriba, algo de aceite pasó al contendor del agua del sapo, el cual vomitó dicha sustancia oleosa cuando presioné el botón para limpiar el vidrio.

Nunca vi antes un vidrio con una plasta de barro aceitosa y además azul, ya que el aceite estaba prácticamente nuevo. Nunca vi un estanque de aceite con agua. Nunca vi una huella, como la de los caracoles pero tricolor, plasmada por un auto cerro abajo, donde además había derramado toda la bencina que me quedaba.

Mi auto sufrió un colapso. Sus órganos con alzheimer olvidaron sus funciones alternando y alterando todo al punto de no tener más solución que el abandono a su propia suerte.

Hice dedo y de nuevo era la Ford del año 50...

lunes, octubre 03, 2005

Vicio


De pequeña, plantaba las semillas de las escobas para ver si crecían escobitas, pero sólo obtenía cáñamo...

Desde entonces me fumo las escobas.

Oligovegetariana

Sabiendo que los camarones ayudan a la salud y que mueren al ser hervidos al igual que jaibas, centollas y langostas; y conociendo la faena de las pobres aves de consumo humano, del ganado y los peces de cultivo, pasaré los años que me quedan asida a un plato de ensalada verde.

El nudo en la garganta que me aparece cuando estoy frente a un trozo de carne, sea blanca o roja, ya me ha hecho bajar dos kilos en una semana. No está mal para ser primavera...

Fenomeno

Cuando en el norte de Chile llueve, la arena humedecida nutre de Hidrógeno y Oxígeno a las secas pero no yermas raíces ocultas y profundas del desierto, para luego cubrirse repentinamente de una alfombra florida. Y así como ocurre la floración en este árido paisaje, existe otro fenómeno menos conocido pero igual de sorprendente.

El viento sopla los pistilos de cada una de aquellas nuevas flores y acarrea en su corriente al minúsculo polen hasta un río no tan lejano, alimentando a pequeños y antenudos crustáceos, y causándoles una exacerbada excitación que da paso al evento "Ronrroneo de Camarones", debido al efecto energizante de la glucosa.

Se podrá ver el río menos caudaloso que de costumbre y su corriente detenida en una pausa transitoria, mientras los camarones saltan para coger el polen a la vez que emiten un profundo y vibrante ronquido. Las aguas quietas se perturban con trémulos movimientos emergentes, mientras se asoman grises y convexos lomos a nado por entre las superficiales perforaciones.

Internarse en estas tibias aguas y dejarse tocar por el efecto vibratorio, alivia los dolores reumáticos. Pero enterarse de este acontencimiento es privilegio de muy pocos.

Ahora el desierto está florido...